Nunca olvidaré el examen final de geografía en segundo de bachiller. Entones se hacía con once años. Era un examen oral de toda la materia del curso ante un tribunal. Me harté de rezar porque no tenía ni idea. No me gustaba la asignatura ni la había estudiado. Pero hete aquí que me preguntaron China. Como estaba el mapa delante era muy fácil señalar los países limítrofes y además recordaba que su capital era Pekín, que eran de raza amarilla, que tenía seiscientos millones de habitantes y que uno de sus principales productos era el arroz… Total que se pensaron que había estudiado mucho, aunque no fuera verdad. Lo cierto es que China fue mi salvación.
Era la época en que se pedía para el Domund mediante una hucha que consistía en la cabeza de un chinito con el típico sombrero y los ojos rasgados. Por supuesto que China se veía como un país muy lejano, con un idioma imposible de aprender. Y lo que no podíamos imaginar es que algún día llegaría a ser una de las primeras potencias mundiales y que nuestras ciudades y pueblos se iban a llenar de grandes tiendas y restaurantes regidos por chinos, todos ellos muy trabajadores y emprendedores. Sin duda es mucho lo que podemos aprender de ellos.
Pero hay una razón por cual hoy nos viene a la memoria este gigante asiático. Acaba de producirse un hecho que podemos llamar histórico, aunque histórico sea todo lo que ocurre a lo largo de la historia. El Gobierno chino y el Vaticano acaban de firmar un acuerdo que tiene que ver con los diez o doce millones de católicos que viven en China, totalmente vigilados por el Partido Comunista, con cámaras en todas las iglesia para controlar la predicación, no dejando al Papa elegir a los obispos, sino que el gobierno ha venido ejerciendo el papel de elegir a los candidatos a obispo sin contar con el Papa. Los otros eran clandestinos. Nada nos sorprende esta falta de libertad en un régimen que fue capaz de aplastar con los tanques a miles de jóvenes que se manifestaban en la plaza de Tiannanmén. Con este nuevo acuerdo la iglesia china seguirá padeciendo la falta de libertad, pero ahora admiten que los católicos chinos puedan tener al Papa como Jefe espiritual y que éste pueda intervenir en el nombramiento de obispos, eso sí, siempre que el gobierno dé el visto bueno y tras admitir la incorporación de los que fueron ordenados sin consentimiento de la Santa Sede. Parece ser que no quedaba otro remedio para aliviar un poco el sufrimiento de los católicos chinos, que también son para nosotros un verdadero ejemplo y testimonio.

Made in China
25/09/2018
Actualizado a
09/09/2019
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