De las leyes para la convivencia entre españoles deberían imponerle al PSOE una verdaderamente urgente y necesaria. No permite gobiernos, no suma apoyos parlamentarios ni perdona delitos pero permitiría mantener la decencia de lo que significa España. Deberían imponerle una ley que impida a los políticos utilizar en las tribunas versos sueltos y citas al azar de los grandes nombres de nuestra cultura que fueron los mejores arquitectos de este gran país. Cada vez que un político se sube a una tribuna o agarra un micro para vomitar una cita su autor se revuelve en su tumba y a su legado inmaterial le nace una capa de polvo de inconveniencia. Los políticos vomitan las citas, no las pronuncian ni las mencionan. Las escupen en su discurso los asesores y allí caen desordenadas y retorcidas, casi siempre en desacuerdo con la memoria del gigante que las hizo pasar a la historia. Allí caen abatidas e indefensas, obligadas a apuntalar castillos de naipes que justifican insultos, mentiras e incumplimientos.
En esta sesión de investidura que hoy volverá a hacer presidente a Pedro Sánchez fue Antonio Machado el damnificado. Citó Sánchez a conveniencia un verso de ‘Proverbios y cantares’. Pobre Machado, que alertó que «todo necio confunde valor y precio», enfangado en la injustificable defensa de la amnistía con su célebre «hoy es siempre todavía». Le replicó Feijóo con un añadido del cantautor Ismael Serrano («ahora es el momento de cumplir las promesas que nos hicimos») como si fuera del poeta en una imagen perfecta de lo que significa la cultura en la política española. Decía el propio Machado también que «todo lo que se ignora se desprecia».
Machado no se toca. Ni Unamuno. Ni Galdós. Ni Delibes. Que también son habitualmente ultrajados desde las tribunas. Deberían imponerle al PSOE esa ley que les proteja. Una norma que ante este amargo presente e incierto futuro nos permita que la esperanza se quede a vivir, como suele suceder, en la cultura.