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La lucha en el perro

19/11/2023
 Actualizado a 19/11/2023
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No es el tamaño del perro en la lucha, sino el tamaño de la lucha en el perro. Eso es lo que dice una frase medio apócrifa medio atribuida a Mark Twain. La escuché por primera vez hace unos días delante de medio cachopo (una manta que teníamos que compartir cada dos) y me detuve, posé los aperos de descuartización y la repetí para memorizarla, en vez de reírme de la ocurrencia como es de recibo cada vez que se oye una simplificación. Me gustó, por si no había quedado claro.

La lucha en el perro no es una lombriz dentro del estómago ni una garrapata que se le haya metido debajo de la piel sino el fuego interior que le arde y es culpable de que persiga su meta a toda costa. La lucha en el perro es lo que decide la lucha exterior. El peso que ese enfrentamiento tenga dentro de cada contrincante es lo crucial para establecer su nivel de determinación en la batalla. Y determinación, determinación, determinación, todo es determinación. En todos los campos y todas las etapas es la determinación el factor clave, y esa depende del tamaño de la pelea en nosotros, perros. Llámese moral de victoria si se quiere, pero no puede negarse que funciona. Ir a por todas sin detenerse, sin rendirse tempranamente. Así se conquistan trece Copas de Europa y muchas partidas de brisca.

Pero hay que ver el otro lado también. Y lo cierto es que da pavor tener enfrente a alguien con determinación infinita. Nunca hay que subestimar a la gente muy determinada, por fanática. O incluso enfermiza. A mí me lo parece un poco la obsesión de Nadal con seguir jugando con el pie como unos zorros. Porque puede que no se consiga victoria y entonces no quedará ni victoria ni cuerpo. Quizá quede dignidad, pero de eso no se come. Hay que ser perseverante pero sin pasarse. Por ejemplo, nuestra terquedad cazurra no parece encajar en la virtud. No sé si los finlandeses con esa mítica fuerza interior suya llamada si su guardan el equilibrio. Es seguro que los perros de presa que no aflojan la mandíbula ni aunque los maten tampoco son virtuosos. 

Puestos a fijarse en seres de obstinada determinación, la patológica parece la categoría más habitual de experimentarla. 

 

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