01/05/2018
 Actualizado a 10/09/2019
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Aunque se le ha dado mucho bombo, ojalá todos los casos de corrupción en España y en el mundo fueran como los de Cristina Cifuentes. En realidad pienso que se trata de dos incidentes que tienen más que ver con la estética que con la ética y que sus enemigos han puesto todos los medios para su linchamiento. No estoy justificando su conducta, sino simplemente quiero decir que en este caso, si no hubieran salido a la luz tanto el tema del máster como el de las cremas, no se habría estado ocultando algo extremadamente grave y podría seguir gobernado, con bastante acierto según dicen, la Comunidad de Madrid.

En cuanto al máster que al parecer le regalaron cabe decir que si todos aquellos que han sacado por enchufe algún título o alguna oposición, o alguna otra prebenda, volaran, no veríamos más el sol. Son legión. Pero ahora deseo fijarme más bien el tema del vídeo, que fue la gota que colmó el vaso de agua, el detonante definitivo.

Imaginemos por un instante que toda nuestra vida fuera grabada por una videocámara. En cierta manera así sucede. Todos nosotros hemos visto alguna de vez ese dibujo de un triángulo con un ojo, que representa la mirada de Dios. Dios conoce, como decía el antiguo catecismo, todas nuestras obras y aun los más ocultos pensamientos. Y en un pasaje de la Biblia se nos dice que no hay nada secreto que no llegue a descubrirse. De hecho muchos de los que han vivido las EBM (Experiencias al borde de la muerte) dicen que han visto en cuestión de segundos la película de toda su vida.

Quiero decir con esto que a veces somos muy crueles a la hora de divulgar o juzgar los defectos del prójimo, teniendo nosotros muchos y más grandes fallos con la única diferencia de que los nuestros no se conocen. Lo cual no deja de ser un gran ejercicio de cinismo e hipocresía. Aquí encajaría muy bien aquello de que el que esté limpio de pecado que tire la primera piedra.

Por otra parte somos muy crueles, pues tendemos a inhabilitar definitivamente a una persona por su pasado, no dando valor alguno ni al arrepentimiento ni a la rehabilitación. Se trata de anularla para siempre. En el caso de la política esta táctica generalmente es puro egoísmo, pues se trata de buscar alguna disculpa para quitar al otro y arrebatarle su espacio. Es verdad que por una parte debemos estar siempre dispuestos a conjugar el verbo dimitir, pero no es menos cierto que a veces puede resultar injusto desperdiciar las buenas cualidades de alguien que no está libre de cometer errores.
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