20/11/2018
 Actualizado a 09/09/2019
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El domingo día 18 de noviembre se ha celebrado por segundo año la ‘Jornada Mundial de los Pobres’. Una iniciativa del Papa Francisco que ha tenido especial repercusión mediática por todo lo organizado en el Vaticano: un hospital de campaña en la plaza de San Pedro para que los pobres puedan ser atendidos, una misa en la basílica y una comida con cerca de cuatro mil pobres en el aula Pablo VI.

Quizá más de uno lo considere como un gesto populista, de cara a la galería, para hacerse la correspondiente foto o vídeo, eso que ha venido en llamarse postureo. Pensamos, no obstante, que el Papa va mucho más lejos y que lo que pretende es lanzar un grito a favor de los pobres y de la erradicación de la pobreza y de las causas que la producen. Por supuesto, ser pobre no consiste solamente en ser mendigo y ponerse a pedir en la calle o a la puerta de una iglesia o de un supermercado. Hay familias que por la carencia de trabajo, de vivienda, o por otras circunstancias, están viviendo una auténtica situación de pobreza, aunque nunca se atreverían a mendigar.

Hoy queremos fijar nuestra atención en los mendigos, en los sin techo, en los que piden limosna, en los que duermen casi a la intemperie. Digamos para empezar que no todos son iguales ni están en las mismas circunstancias. Hay algunos que, además de ser víctimas de la pobreza, son víctimas de la esclavitud, pues se comportan como verdaderos esclavos que trabajan al servicio de mafias que los explotan y que acaparan determinados puntos estratégicos para realizar esta labor. Aquí debería haber más vigilancia policial a los explotadores.

Hay otros que piden por verdadera necesidad. El hecho de exponerse a pedir en público, a pasar tal vez frío, a pasar allí las horas del día, no deja de tener su mérito. Personalmente soy partidario de darles la limosna y de hablar con ellos y de mirarles a la cara. Pensemos que la limosna, junto con la oración y el ayuno, son tres prácticas de gran valor. Y que nunca se empobrece uno por dar.

Lo ideal sería poder decirles: ¿Cuál es tu problema? ¿En qué te podría ayudar? Aunque también podría suceder, y esto lo decimos desde la experiencia, que a veces intentas ayudar y no quieren. En más de una ocasión hemos tratado de buscar una solución que les aparte de la mendicidad o de buscarles un hogar donde vivir y lo han rechazado. Pero ello no ha de ser motivo para que no unamos nuestros esfuerzos en lucha contra la pobreza, y, si esto no es posible, no ser indiferentes con los pobres.
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