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Los malos estudiantes

16/11/2015
 Actualizado a 07/09/2019
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Poner alguna cosilla de más en el currículum para hacerlo más bonito o adornarlo con algún título o experiencia inexistente podría estar –que, ojo, no digo que engañar y aparentar sea lo correcto– más o menos regular hasta que te pillan. Que, afortunadamente, suele ser pronto. Pero si no te cazan siempre podrás salirte con la tuya y presumir de haber sido más listo que aquél que se encarga de seleccionar personal para una empresa donde –si cuelan algunas argucias– también se demuestran bastantes cosas.

Muchos de esos impostores fueron los malos estudiantes (y conozco a más de un caso) que son capaces de echar mano de Photoshop para preparase un expediente académico al gusto de sus padres o de ir a una imprenta a pedir que le hagan unos apaños en el boletín de notas. Tampoco estaría mal hasta que te pillan y sale a la luz que ni hay ESO o bachiller ni carrera ni un currículo brillante… y si encima lo airean los periódicos ¡Ay entonces, qué revés!

Tal vez por estas razones nunca me he fiado de los currículum que se engordan a juicio del interés del aspirante por conseguir el puesto ni del que viene con una docena de títulos y escasos conocimientos, que presume de alto nivel de inglés hablado y escrito y no es capaz de responder al primer saludo. Quizás porque en cuestión de trayectorias personales, incluso políticas, como ocurre con las marcas blancas, hay que pensárselo dos veces antes de elegir.
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