Los cien de Palmira

El otro día mi madre me dijo: «este viernes cumple cien años la tía Palmira, a ver si le escribes algo». Y aquí estoy, cumpliendo con gusto.

La tía Palmira y el tío Quico viven juntos y son hermanos de mi abuelo Santos. Como él de magros, la misma cara escurrida en huesos. La tía Palmira y el tío Quico tienen una huerta demasiado grande en la casa del pueblo en la que siempre sacan las patatas a mano, doblando el lomo año tras año, porque con la máquina no se apañan.

La última vez que la vimos, la tía Palmira le dijo a mi pareja que se afeitara la barba y a mí me ordenó que ni se me ocurriera darle un beso mientras estuviera así. Ese día el tío Quico nos recitó uno de los poemas humorísticos que se sabe de memoria y que va desenredando palabra a palabra con mucha gracia, mesmerizando a la audiencia.

Uno de los más célebres es una conversación entre la mano diestra y la mano zurda. Como tengo guardado un vídeo de este poema, puedo reproducir unos versos. En él la mano diestra reprende a la zurda y le dice que no sabe escribir ni coser, y que todo lo que no hace le toca siempre a ella. «Dirasme, por Belcebú, / ¿en qué demonios consista / en que siendo yo tan lista, / seas torpe siempre tú? / Mi actitud, dijo la izquierda, / a la tuya siempre ha igualado / pero a ti te han educado / y a mí me criaron lerda. / ¿De qué me sirvió tener / actitud para mi oficio / si me faltó el ejercicio / que la hace desenvolver?». Y aquí está la moraleja, con la que Quico concluye el poema: «Porque, amigos, no es cuento / ¿de qué nos serviría el talento / si nos falta la educación?».

Mi madre le llevó ayer a la tía Palmira un brazo de gitano con el cien escrito con merengue. Ahora que vamos teniendo entre nosotros a tantos centenarios, me acuerdo de lo que el poeta George Oppen le dijo una vez a Paul Auster sobre la vejez, y que a Auster le parecía lo mejor que había oído sobre el asunto. Lo que George Oppen dijo sobre el envejecimiento fue: «Mira que es extraño que tenga que pasarle una cosa así a un niño pequeño».