12/12/2014
 Actualizado a 15/09/2019
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Soy un superviviente, uno de los pocos lobos que se ha librado de las trampas, de los cebos envenenados, de los dispararos furtivos que nos condenan a la extinción. Hoy quiero que mi temida boca os cuente algo más temido aún: ¡nuestra verdad! Sí, la bestia tomará la palabra, reflexionará. Espero que este mordisco veraz os haga entender nuestra verdad y que sepáis que nuestro único deseo es encontrar un lugar en el que Hombres y Lobos podamos convivir.
Vivo en el norte de León, en el bello y agreste paisaje conformado por las cabeceras de los ríos Cúa, Ancares y Burbia. En este vasto territorio apenas quedamos cinco pequeñas familias, sólo 25 individuos. A pesar de que somos tan pocos, siempre nos enfrentamos a opiniones hostiles, que hablan de un supuesto «aumento del número de lobos en la zona». Estas conflictivas afirmaciones no se sustentan en la información científico-técnica disponible. Pienso, en cualquier caso, que las actividades humanas para ser sostenibles deberían ser compatibles con nuestra conservación y, no al revés. En nuestro vecino Portugal, por ejemplo, estamos estrictamente protegidos.
Quiero, ganaderos, que entendáis que nunca hemos comprometido la viabilidad de la ganadería extensiva, apenas afectamos al 0,35% de vuestra cabaña en la zona. Este problema se solucionaría con un ágil e inmediato pago de los daños, que no depende de nosotros. Os digo también que una buenas prácticas ganaderas, por vuestra parte, ayudarían mucho a una convivencia mucho más llevadera.
Quiero que entendáis, cazadores, que tenemos una función primordial en la regulación y selección de las poblaciones de herbívoros silvestres, nuestra presencia os garantiza una mejor calidad de los trofeos de caza. Si algo hicimos mal los lobos fue cumplir honestamente con la función que la naturaleza nos asignó: ¡mantener el equilibrio ecológico actuando como un superdepredador!. Muchos científicos ha demostrado que la «modulación de nuestra densidad», nuestro control letal, no soluciona el problema, lo agrava: más lobos muertos, más daños.
¡Oigo disparos!, la «Junta» autorizó la caza de siete de los nuestros en El Bierzo. Reuniré a mi querida manada y escaparemos de la irracionalidad del tiroteo hacia las inmensidades de las montañas del nororeste. Como cantó el poeta Uxío Novoneira: «Baixa o lobo polo ollo do bosco movendo nas flairas dos tiesos ruxindo na folla dos Barreiros en busca da vagoada máis solas e máis medosa...». Cuando el ruido de los disparos cese, oiréis de nuevo ese aullido de libertad que nada ni nadie podrá extinguir jamás.
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