La modificación de la ley que afecta a la caza del lobo al norte del Duero ha sido mirada por algunos como un triunfo de la derecha política, PP, Vox, y Junts, a favor del ‘lobbi’ ganadero. Y uno que, aunque urbanita por necesidad, nació y se crió, y se sigue sintiendo ‘agrario’ hasta los huesos, intenta resituarse en la reciente historia de los pueblos españoles, y tiene al lobo como el enemigo mas feroz, más pertinaz, y más presente, de los pequeños y medianos agricultores (que muy grandes no existieron).
¡Que viene el lobo! Era la amenaza más habitual. Y venía el lobo de vez en cuando en la realidad y en las leyendas. Y venía en verano y en invierno. Y se llevaba vidas humanas, y se llevaba ovejas y ternerillos.Y matada a diestro y siniestro dejando detrás un reguero de sangre y de muerte.
También era protagonista de innumerables leyendas. Con una de ellas, la de la Cabra loca, se hizo amigo el cronista de la madre de Julio Llamazares. Todas las vacaciones subía a verla a ‘la Matica’ y para justificar la invitación a la merienda, le hablaba de Villacidayo, un pueblo del margen derecho del Esla, ya cerca de Gradefes, de donde era Domingo Llamas,y en el que contaban la leyenda del lobo que había matado todas las ovejas de un corral, en un pueblo del otro lado del monte, y al que el primo Graceliano convencía a mozos y mozas para ir a visitar una vez al año, y escuchar la llegada de la cabra loca.
Ahora, la cabra loca se fue a aparecer en Barcelona, en la plaza de San Jaime, el día 3 de abril, cuando unas cien personas se congregaron al mando de la Pacma invocando la salvación del lobo. Porque dicha organización le concede al lobo un papel fundamental en el mantenimiento de la cadena alimentaria y de la biodiversidad. Un papel que no comparten los ganaderos, pequeños u medianos (grandes no los hay), que este cronista suele visitar a menudo por los valles altos leoneses, al norte del ferrocarril de vía estrecha, que, como en la lucha leonesa es considerado la montaña.
Al sur de esa marca, continúa escuchándose el aullido de la cabra loca. Graceliano, cada primavera, convencía a mozos y mozas para que cruzaran el monte, para ver el corral de las ovejas arrasado por el lobo y al grito de «¡Que viene la cabra loca!» se agachaban las parejas y vaya usted a saber lo que harían tumbados en el pradal hasta que Graceliano avisara: Ya se ha ido.