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Lo tontos que estamos

09/05/2020
 Actualizado a 09/05/2020
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El pasado martes, como si de una escena de la famosa novela de Mitch Albom Martes con mi viejo profesor se tratara, llamé a mi no tan viejo profesor Félix Fernández, un buen aficionado, amigo, conversador, director de teatro y genial profesor (sin duda me dejo en el tintero muchos más apellidos). Contacté con él porque leí un breve texto que escribió en el muro de su Facebook: «Cinco horas de literatura me dejaron las palabras: vanear, cliquear, mail. Una hora de despaseo me dejó las palabras: zaya, cantueso, adil, baleo. No sé…».

Pero a él no le dije que le llamaba por esas palabras, aproveché la disculpa del teletrabajo, las teleclases y seguramente los telenovillos, para levantar el teléfono y recordar aquellas mañanas de domingo en el Musgo junto a las tostadas de cuatro dedos, yalguna tarde en la que me escapaba de la emisora y caía una tortita de esas que tocaban el cielo como si fuese la mismísima Keops.

Como no podía ser de otra manera arreglamos el país, la pandemia y por supuesto, la educación y los medios de comunicación. Pero sobre todo hicimos trajes a medida. Una costumbre que muchos decorosos rehuyen por aquello del qué dirán, y que yo desde aquí les animo a practicar, suelta adrenalina y sueles quedarte muy a gusto.

A aquellaspalabras de Félix habría que añadir cientos de ellas que cada día nos hacen ser unos parias. Con la disculpa del teletrabajo afloran, más si cabe, los anglicismos perrunos.Ysi ya de por sí, insertar ciertas palabras en inglés en un contexto cualquiera, suele ser una ordinariez (a excepción de quien lo dice que se cree el más ‘cool’), mezcladas con la jerga informática creamos un cocktail difícil de digerir, incluso para los muy cafeteros.

Ya no hacemos conferencias en línea, practicamos el webinar, nos logamos y ya no se ponen las diapositivas (filminas que nos decían en el Leonés), ahora se proyectan slides.

El añorado David Gistau (¡qué bueno eras!) nos contaba en un breve relato que lo primero que notó cuando se mudó a un barrio burgués, fue que no había galletas ni magdalenas. En las tahonas con pretensiones de salón de té, llenas de hipsters conbicicletas plegables que aparcaban al lado del paragüero, él veía galletas y magdalenas, pero al pedirlas la camarera siempre le corregía: «Buf, qué cosas tiene usted. Eso es una cookie».

En Wichita utilizarán toda esa palabrería, pero en España, discúlpenme si les digo, que todo ese cosmopolitismo de cursillo urgente, nohace si no demostrar las carencias del personal que abre la bocona para pronunciarlo sin ningún pudor, y por supuesto,para confirmar, lo tontos que estamos.
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