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Lo extraordinario de lo ordinario

22/04/2018
 Actualizado a 15/09/2019
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El asunto interesará a más de uno. Seguro. Allá va. Es la llamada a ser santos, buena gente, en el mundo actual, hecha por la reciente exhortación del papa Francisco. Un santo, nuestro don Eugenio Merino (65 años de su muerte), la definió como "24 horas de vida honrada en gracia de Dios". La carta del Papa es una ráfaga de aire fresco y esperanzador; no en vano se titula ‘Alegraos y regocijaos’. Es una invitación a vivir la perfección moral, hija de la fe, "en el contexto actual".

Extracto algunas de sus ideas, teniendo presente la atmósfera cultural que nos envuelve y el estado mayoritario de nuestra fe. Enemigos evidentes de las ganas de ser santo son la mundanidad (los criterios erróneos del mundo de hoy), la mediocridad, hermana de la superficialidad (muy propia de la actual sociedad ‘líquida’), la autosuficiencia y un cierto ‘intelectualismo’ (el viejo gnosticismo que hoy renace en la corriente de la ‘new age’).

Frente a ellos está la posibilidad (que se hace evidencia en los ‘santos de la puerta de al lado’) de avanzar hacia la perfección integral dentro de la vida ordinaria, cada uno por su camino y que cuaja en pequeñas acciones, con un motor inexcusable: "No abandones el camino del amor". Lo dijo el cardenal Van Thuân: es «realizar acciones ordinarias de manera extraordinaria».

Para que se perciban claramente las sendas por las que transitar, el Papa nos ofrece un comentario práctico de las bienaventuranzas. Son, dice, "como el carnet de identidad del cristiano", nos conducen a "un cambio real de vida" y se cumplen con la cercanía afectiva y efectiva a quien sufre cualquier tipo de exclusión. "No podemos plantearnos un ideal de santidad que ignore la injusticia de este mundo". Y añade unos apuntes muy en el hoy: contra la ansiedad nerviosa y violenta que nos dispersa y nos debilita, aguante, paciencia y mansedumbre; contra el negativismo y la tristeza, alegría y sentido del humor; contra la pereza cómoda, consumista y egoísta, audacia y fervor; contra el individualismo, sentido comunitario; y contra tantas formas de falsa espiritualidad sin encuentro con Dios, oración constante. Acaba con la afirmación de que la búsqueda de la santidad es una tarea que exige esfuerzo permanente, pero que es a la vez un obsequio de la gracia divina.

El lenguaje y los contenidos del documento son asequibles, por lo que se lee de un tirón. Y además trata puntos "de andar por casa". Créanme que mucho más importantes que el procés y el máster y la Copa del Rey. ¡Dónde vas a parar!
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