12/04/2025
 Actualizado a 12/04/2025
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El agua sacia al animal sediento y, más científica, hidrata al humano con lengua marchita que apenas se siente en su roce con el paladar. El agua se mira en los pantanos, que dotan al paisaje de una belleza singular, y espera no verse asomada en el cielo en una semana con la que soy algo crítica; quizá por no haberme acercado demasiado a su particularidad.

El agua, tan admirada en épocas de sequía, tan venerada por las personas oriundas de pueblos recónditos que recorrían largas distancias hasta llegar a la única fuente en varios kilómetros a la redonda... La misma agua que ha hundido valles tornándose estática, que ha arrasado pueblos reduciéndolos a escombros en ese curso salvaje que se lleva todo consigo, al tiempo que se hace dueño de cualquier recoveco remoto por diminuto que sea. Esa agua que se traslada a nuestras bocas, que la convierten en protagonista en los días lluviosos, volviéndonos diminutos bajo unos paraguas enormes.

Esa agua que rellena embalses como el del Porma, cuya memoria custodian unos personajes de acero corten que hablan porque tienen mucho que decir. Personajes que tienen nombre y esconden en su razón de ser otros nombres y apellidos, como los esconde la masa pesada de agua que apresa un muro gigante. Agua y acero corten se unen en el enclave para presentarlo como un museo; para que no se olvide qué fue de quienes vivieron en lo que ahora es profundidad. Para reflexionar como Llamazares sobre las ‘Distintas formas de mirar el agua’. 

Podría pasar algo similar con las minas. Podrían llenar sus afueras de personajes de los ‘Hijos del carbón’ de Noemí Sabugal. Podrían recordarnos lo que ha sido su historia porque el olvido nos condena a repetirla. Nos lo han dicho siempre. 

Pero es que agua y mina parecen lejanas en ocasiones desde una capital. Desde la juventud que nos invade a mí y a muchos otros. Desde la fortuna, también, que es mala compañera tantas veces. 

Y, mientras paseo atisbando la quietud cristalina del Porma desde el abandonado pueblo que es Utrero no me queda otra que reflexionar. Y me doy cuenta de que, en la ciudad, seguimos protestando cuando la lluvia nos moja.

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