Titulo este artículo con frase del célebre soliloquio de Shakespeare, en ‘Hamlet’, solo mudando el «ser o no ser». Si la semana pasada hablé de los diversos rostros de la risa, cumple hacerlo hoy sobre lo que, en principio, parece su antítesis, el llanto. Llorar, como reír, tiene también registros variopintos, incluso contradictorios. Como hay risa de alegría y risa nerviosa, hay lloro de alegría y lloro de dolor. La vida, en general, tiene más motivos para llorar que para reír en sentido estricto. Pero, en realidad, como términos de significado amplio conciernen a la agitación de nuestro ánimo emocional.
En la cultura actual (violenta, tecnológica, globalizada) reír parece lo más saludable. Te ayuda a bajar calorías y mejorar tu talante. ¿Pero qué hay del llanto? Por ser lo contrario de la risa se creería que es dañino para la salud y, por consiguiente, algo que habría que evitar. Es tradicional entre los varones que llorar sea algo recusable. Desde niños nos han enseñado que los hombres no lloran y, si lo hacemos, somos menos varoniles, débiles y afeminados. Por ello en la mayoría de las culturas es menos reprobable el lloro de las mujeres y de los niños al considerar que el llanto es algo indigno e infantil, reprobando a los que lloran en público, salvo si el motivo es debido a la muerte de un familiar o un íntimo amigo. La sociedad nos pide y exige que seamos fuertes ante las adversidades y cuando se sientan ganas de llorar hay que comerse las lágrimas, guardar o aguantar ese impulso. No obstante, en casi todas las culturas el llanto es visto en rodando por las mejillas como un reguero de lágrimas plagadas de tristeza y de dolor. Pero el llanto puede ser también una descarga emocional de la ira, la alegría, el miedo, el mal humor, la frustración, el remordimiento, u otras conmociones fuertes e intensas. En la mayoría de los casos el llanto es un momento íntimo. La vergüenza o el tabú del llanto es, pues, un prejuicio cultural arraigado actualmente en algunos escenarios del mundo.
Así como nuestros cuerpos necesitan transpirar para eliminar toxinas, necesitamos llorar para liberar todas las emociones interiores. Sabemos que acumular emociones es negativo tanto física como mentalmente, pero liberarlas a través del llanto es como dejar salir toda la presión antes de que estalle. Es un proceso catártico que ayuda a superar el dolor.
Desde el punto de vista físico, las lágrimas son idóneas para mantener limpios los ojos. Además es gratis. No tenemos que acudir al oculista. Según ha desvelado la química, las lágrimas o signos materiales del lloro contienen una sustancia que se llama lisozima, una enzima capaz de matar entre el 90 y el 95 % de las bacterias en un pis-pas.
Un llanto insincero de pena o remordimiento deshonesto suele llamarse «lágrimas de cocodrilo». Esto es, «las que vierte una persona fingiendo un dolor que no siente», según el Diccionario, con referencia a una anécdota del griego clásico en que los cocodrilos lloraban para atraer y devorar a sus presas. Covarrubias (‘Tesoro de la Lengua Castellana’), hablando del cocodrilo, dice que con el mote «llora y devora», se significa a la ramera que, con lágrimas fingidas, engaña al que atrae para consumirle. Y V. J. Bastús afirma (‘Sabiduría de las Naciones’) que el cocodrilo llora por habérsele acabado pronto el manjar apetitoso; o por un pérfido que llora de rabia, no por arrepentimiento, sino por no poder continuar haciendo daño.
Vistas así las cosas, pues hoy riamos y lloremos que mañana moriremos.

Llorar o no llorar, he ahí el dilema
15/05/2022
Actualizado a
15/05/2022
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