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Quizás llegar a viejo…

28/10/2023
 Actualizado a 28/10/2023
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Son los protagonistas invisibles de nuestro devenir cotidiano, siempre en nuestros pensamientos, ocultos tras un consejo, una anécdota, camuflados en nuestros gestos, o en los de nuestros hermanos, hijos, familiares cercanos. 
A veces nos acongojamos ante la cercanía del final, es entonces cuando nos percatamos de lo efímero de la vida. No nos gusta recrearnos en la caducidad de los que queremos. 

En ocasiones, nos acecha el remordimiento de tenerlos un tanto olvidados, de dejar pasar las horas sin hacer una llamada telefónica, o permitir que las semanas expiren sin haber acudido a la residencia para hacerles una visita.

Caminan en silencio por el parque, una veces solos, otras acompañados por su bastón, o la amiga o amigo confidente de confidencias y achaques. De andar cansino o renqueante, recomponiendo el tipo cuando le rebasa una muchacha o atusando el pelo con coquetería si acaso se posaron los ojos del joven que se sentó al lado en el autobús.

Llegar a viejo es inevitable. El paso del tiempo, inexorable, aunque para algunos esa inexorabilidad se convierte en honorabilidad, como la que despliega Elva, profesora de 81 años, jubilada argentina que nunca viajó por motivos de trabajo y que en su cuenta de Instagram ‘@viajeraabuelita’ muestra cómo viaja sola por Europa y aporta trucos para gastar poco durante sus viajes. Su nieta, que vive en Italia, le propuso hacer un voluntariado y aceptó el reto volando primeramente a Inglaterra donde se hospedó con una familia y enseñó a coser a una niña de doce años, luego se fue a Valencia, donde ayudó a una madre a cuidar a sus cinco hijos y se hizo amiga de una familia marroquí, todo ello sin quebranto para su economía, ya que las familias que la reciben en casa la pagan prácticamente todos sus gastos. En la red, catorce mil seguidores permanecen al tanto de sus viajes solidarios.

Canta Alberto Cortez que la vejez es «equipaje de una vida», viajes que cada día abuelos y abuelas de todo el mundo realizan con sus nietos, compartiendo experiencias, mientras les llevan de la mano al colegio, o soñando con los cuentos que les contarán mientras empujan los cochecitos de los recién llegados que han irrumpido en sus vidas.

Aportan la serenidad de la experiencia atesorada que enriquece proyectos mediante su valioso voluntariado.

Simone de Beauvoir escribía ya en 1970 en su alegato titulado ‘la vejez’ que «en el futuro que nos aguarda está en juego el sentido de nuestra vida: no sabemos qué somos si ignoramos lo que seremos».

Ya lo cantaba también Serrat: «En lugar de arrinconarles en la historia/convertirles en fantasmas de la memoria, quizás llegar a viejo sería todo un progreso. Un buen remate, un final con beso».

Como el de Elva, la abuela viajera.
 

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