04/06/2015
 Actualizado a 08/09/2019
Guardar
Desde 2007 me he dedicado a fondo en el modo de vida gasterópodo. A razón de casi una mudanza al año, he comprendido que eso de llevar la casa a cuestas, pese a la retahíla de inconvenientes relacionados con la pereza, la carga emocional o lo grueso de los bártulos materiales, también tiene beneficios. Por ejemplo, aprender a vivir con menos. De hecho, he caído en la cuenta de la capacidad irracional del ser humano para acumular y a la vez la dificultad de soltar lastre.

Por eso, el alquiler tiene sus ventajas. Si no, que le pregunten a los caracoles que han perdido la concha y aún siguen pagando la factura. El caso es que cuando estreno un piso, lo primero que hago es colocar cada cosa en su sitio y durante un tiempo siempre encuentro lo que busco a la primera, no se acumula el polvo al fondo del cajón, y esto, para alguien obsesionado con el orden, supone un estado de paz mental inigualable. Precisamente pensaba en ello mientras buscaba en lo alto del armario, en qué caja habría guardado una camiseta que compré el verano pasado. Y entonces, sin poder evitar la avalancha de trastos que se me venía encima, me vino a la cabeza el pobre Folgueral.

Últimamente, disculpen la expresión, al alcalde de Ponferrada le está cayendo toda la mierda encima. No creo que haya llevado una mala gestión, lo prueban los resultados electorales que colocaron su improvisada candidatura como tercera fuerza política. Pero esta semana, no ha sido la suya. A la orden de la Fiscalía para investigar las cuentas del Mundial se ha unido la posible huelga en el TUP ante la falta del pliego prometido, la denuncia de CCOO por injerencias en el proceso electoral sindical o el cierre inminente de las piscinas de la ULE. La última: el portazo en los morros del PSOE. Y digo yo, ahora que estamos en época de limpieza general en las administraciones, ¿por qué no reordenarlas de nuevo? Lo interesante será quién elegirá el Mistol.
Lo más leído