La cultura de la cancelación no existe. Esta es la cantinela que se ha escuchado durante mucho tiempo de boca de opinadores y supuestos ilustrados, cuando a periodistas, cómicos, escritores y profesionales de muy variados perfiles se les ha invitado a buscar la puerta de salida o han visto, por ejemplo, cómo sus presentaciones de libros, conferencias o actuaciones eran canceladas tras haber mostrado públicamente una opinión sobre algún tema en concreto.
La ceguera ideológica que padecen aquellos que han negado la existencia de la cultura de la cancelación durante años es digna de estudio. Al igual que merece una investigación exhaustiva el milagro de cómo han vuelto a recuperar la vista por arte de magia tras el anuncio de la ABC de que suspendía indefinidamente la emisión del programa de Jimmy Kimmel por sus comentarios sobre el asesinato de Charlie Kirk y por burlarse de Donald Trump. Ahora sí existe la cultura de la cancelación y ponen el grito en el cielo y alertan de este grave ataque a la libertad de expresión. Un ejercicio de cinismo e incoherencia que les deja retratados.
Hay mucha gente a la que la libertad de expresión no le importa realmente. Lo único que les preocupa es que la gente sí pueda expresarse libremente si sus opiniones coinciden con las suyas. Pero en caso contrario, si lo que dicen difiere del pensamiento único que ellos consideran válido entonces no merecen disfrutar de dicha libertad. Vamos, lo que se llama libertad de expresión a la carta ideológica.
Seamos claros, lo que han hecho con el cómico Jimmy Kimmel es un claro ejemplo de lo que es la cultura de la cancelación. Y sí, estoy totalmente en contra de esta decisión porque me parece que va en contra de los principios que rigen una democracia. Como ciudadanos, que aspiramos a vivir en una sociedad libre, debemos oponernos y mostrar nuestro rechazo. Pero ojo, y aquí viene lo difícil, visto lo visto, si de verdad eres un demócrata que rechaza la cultura de la cancelación debes hacerlo sin fisuras y oponerte también públicamente cuando una persona es cancelada tras expresar una opinión contraria a tu ideología o a los que consideras tus valores básicos.
El único límite que debería existir a la libertad de expresión es el que marca la ley, no el que dicta la sinrazón de los intereses ideológicos. Sí, la cultura de la cancelación lleva aplicando su rodillo censor desde hace mucho tiempo y la última víctima es Jimmy Kimmel. ¿Nos quitamos la venda ideológica de los ojos o seguimos manteniendo la ceguera antidemocrática?