Debo tener algún ancestro vasco porque cuando estoy por las vascongadas no solo paso desapercibido cuando paseo con mis amigos, como si fuera de Andoain de toda la vida, sino que normalmente, hasta en sitios turísticos se dirigen a mí, de entrada, en lengua vasca. La cosa tampoco me sorprendía, no le había dado importancia hasta que viaje a Marruecos. Ahí ya sí que aluciné.
Ya iba prevenido de la habilidad de aquellas gentes para el comercio y del don de lenguas que posee, pero jamás imaginé tanto. Nada más poner un pie en el zoco se me acerca un joven y en un euskera correctísimo me saluda «kaixo (hola)». Del asombro, pasé a la broma. «Kaixo», le replico. Y continúa él «zer moduz (¿cómo estas?)», «¡Ondo! (bien), eta zu (¿y tú?)», sigo yo el juego «ondo, ondo (bien, bien)», responde él amablemente. Pero hasta ahí daba mi vasco y se ve que el del joven también pues lo siguiente ya da igual que lo dijera en vasco, en chino cantonés o en swahili. Acercándose más y muy bajito me pregunta «¿hash?», ahora sí, me digo. «Lo siento hermano, otro día».
A mi vuelta al País Vasco les comenté la jugada y me enseñaron la fórmula para evitar situaciones similares: ‘leonekoa naiz eta ez dut euskeraz hitzegiten (soy de León y no hablo euskera)’. Aprendí a decirlo, con acento navarrico además, y para poder practicarlo hicimos lo que en Donosti llaman salir de fiesta. Rompiendo la costumbre vasca, en un bar me acerqué a una chica de otra cuadrilla, pelo corto, aros, camiseta de rayas… guapísima, ojos claros, rubia, labios de fresa... «Kaixo», le digo, «kaixo», me réplica. Estábamos muy cerca y yo ya pensaba en el siguiente paso. Como disculpándome le suelto lo de «leonekoa…». Me mira enternecida y me suelta «tú qué dices, que yo soy de Jaén». Me quedo cortadísimo y lo único que se me ocurre para salir de aquella: «¿hachís?», le digo. «De Jaén y policía, guapo». Pasé la noche en Comisaría.

Leonekoa naiz...
08/02/2016
Actualizado a
17/09/2019
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