Reconozco que en los últimos años mi pasión por el ciclismo se ha reducido tanto como mis ganas de coger la bici y echarme a la carretera a rezar porque ese paisano con prisa por llegar a tomar el vino me adelante dejando al menos medio metro de separación una vez confirmado que eso del metro y medio solo lo respeta quien se ha visto alguna vez circulando por un arcén. Sin embargo, aunque ya no siga con interés la Clásica de Almería o o el Tour de Emiratos Árabes, los Monumentos, el Mundial (a veces me pellizco para recordar si aquello de Ponferrada fue o no real) o las grandes vueltas siempre tienen un rato de mi atención.
Hoy llega la Vuelta a la provincia y lo hace de la manera más triste por la que puede pasar, acogiendo una salida y poco más de 40 kilómetros de llano, es decir que será invisible fuera de lo que cuenten los medios locales. Todo el mundo sabe que para que la carrera pase por tu pueblo hay que pasar por caja y que según lo que estés dispuesto a pagar la organización te ofrecerá una salida, una llegada, una contrarreloj con día de descanso previo o incluso, si quieres tirar la casa por la ventana, un par de etapas para abrir la carrera con presentación incluida.
Da mucha rabia que, teniendo absolutamente todo lo que este territorio ofrece, quien debe promocionar lo que podría ser un paraíso ciclista con unas cuantas obras y un poco de promoción, no mueva ficha por lo suyo y lo empuje a echar a andar como quien precisamente enseña a andar en bicicleta. Que Burgos, por ejemplo, tenga una vuelta en el calendario internacional mientras en León, con terreno para hacer solo aquí un recorrido de primer nivel, apenas llegue a la categoría sub 23... da que pensar. Diputada, aquí tiene trabajo.