Jorge Brugos

León, la ciudad de la marmota

18/09/2023
 Actualizado a 18/09/2023
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Me  acuerdo mucho del bar Las Hoces situado en avenida Mariano Andrés, regentado por Angelines y Paco con su eterno uniforme de polo rojo y pantalón gris. Entrar allí era como viajar en el tiempo, vivir un pasado que un joven nunca ha experimentado. Los dueños parecían haber hecho un pacto con el diablo y por ellos no pasaban los achaques estéticos de la edad. Siempre el mismo ambiente, la misma luz tenue que embadurnaba la estancia de un aire enlatado y anacrónico. Daba la sensación de que cuando uno estaba allí las experiencias no pasaban volviendo siempre a la casilla de salida del tablero de la rutina. Durante los veinte años que crucé el túnel tenebroso de su puerta servían de tapa albóndigas, carrillera de ternera y una tortilla de patata más precalentada que cocinada. El bareto estaba decorado con los mismos sillones de terciopelo rojo y las clásicas sillas tabernarias que parecían gritar al deslizarse. Ambientaban la atmósfera con música de los ochenta, clásicos que ejercían un efecto narcotizante para sumergirte de lleno en el siglo XX.   

Al salir de allí año tras año, te dabas cuenta de que ese bar no era lo único que seguía igual que antes. Las calles y el entorno de León también permanecían bloqueados al avance de la historia. Centros comerciales por aquí, rotondas por allá, pero en el fondo no había mucha diferencia entre lo que uno veía hace diez años con lo que observaba en el presente. Incluso visitando la ciudad de manera esporádica podías memorizar los detalles y acordarte tiempo después de dónde estaba cada rincón; es como si todo se hubiese parado, sin grandes sobresaltos, León robándole tiempo al tiempo. Una ciudad enfangada en una jornada de la marmota permanente.     

 

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