06/08/2019
 Actualizado a 16/09/2019
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Según el diccionario una ‘manada’ se compone de varios animales de la misma especie que están juntos o que se desplazan juntos. Ello en principio no tiene ninguna connotación negativa. Sin embargo, aplicado al hombre, aun siendo un animal social, puede tener un sentido despectivo. No es lo mismo decir de alguien que es muy social a subrayar que se comporta con instinto gregario. Insistiendo en la misma idea, a veces decimos de algunas personas que se comportan como borregos. Eso sucede cuando la gente con poca personalidad no piensa por sí mismo, cuando se deja arrastrar sin más por lo que hacen los demás.

Pero últimamente la palabra ‘manada’ nos evoca una nueva y triste realidad: la de aquellos, más bien jóvenes, que deciden abusar sexualmente en grupo de alguna mujer. Por desgracia cada día son más frecuentes las noticias de este tipo de comportamientos, que no tienen ninguna justificación y merecen la más contundente condena.

Ahora bien no seamos ingenuos. Teniendo en cuenta los hábitos de diversión de nuestros jóvenes y adolescentes no es de extrañar que sucedan estas cosas. Cualquier fin de semana, mientras se supone que los adultos dormimos tranquilamente y parece que todo está en calma, determinados puntos de nuestras ciudades son un auténtico hervidero de gente joven. Bien podemos hablar de una gran manada o de un enorme rebaño a juzgar por el instinto gregario que lo origina. No suele ser un ambiente sano. Una primera consecuencia, mucho más grave de lo que parece, es la destrucción del sentido religioso del domingo y de importantes valores morales. Si a esto añadimos los efectos del alcohol y de la droga, y de la falta de control de los bajos instintos… resulta una mezcla explosiva.

Tal vez esto no sea perceptible por muchos. Resulta más fácil de comprobar el desastre cuando nos encontramos con tantas madrugadas de fin de semana en las que la muerte siega la vida de tantos jóvenes en las carreteras, aunque, pasadas rápidamente las correspondientes emociones, pronto se olvida todo. Y la historia se repite.

La gran pregunta es: ¿Realmente se sorprenden los padres y madres, sobre todo de menores de edad, de lo que les pase a sus hijos o hijas a horas tan intempestivas en lugares y ambientes tan poco recomendables? Entiendo que no es fácil poner freno y que vendrán diciendo que a sus amigos sí les dejan salir y por qué a ellos no. Pero, o cambian los hábitos de diversión o tendremos que resignarnos a seguir teniendo que lamentar cada día situaciones muy dolorosas.
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