Mantengo una larga conversación con Emilio Lamo de Espinosa. Su trayectoria académica es extensa, prolífica: catedrático emérito de Sociología en la Complutense, miembro de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas, más de veinte libros publicados. También ha sido grande su actividad al frente de algunas instituciones. Durante un tiempo dirigió el Instituto Universitario Ortega y Gasset y en 2000 contribuyó a fundar (luego sería sucesivamente su director y presidente) el Real Instituto Elcano.
Fue allí donde comenzó a ver la realidad con otros ojos, me dice. Acostumbrado a la mirada más local, a las sociedades concretas, el Instituto Elcano mostró a Lamo de Espinosa las potentes conexiones del mundo, la perspectiva internacional. «Aprendí a ver a España y a Europa en el mundo, pero no sólo desde el punto de vista espacial, sino también temporal, como si se tratara de una película. Es aquello que Max Weber llamaba una perspectiva ‘histórico-universal’. Y me di cuenta de la importancia de mantener una mirada basada en la totalidad, por aquello de que en la totalidad está la verdad, como decía la Escuela de Frankfurt. Hoy eso es absolutamente cierto. Por primera vez en la historia de la humanidad vivimos en una única sociedad: si no tienes una perspectiva global, no sabes dónde estás», explica.
Mi conversación con Emilio Lamo de Espinosa tiene que ver con su último libro, un ensayo que merece la pena leer. ‘Entre águilas y dragones: el declive de Occidente’ acaba de ganar el Premio Espasa y en sus páginas encontramos una maravillosa contextualización del mundo contemporáneo. De cómo hemos llegado hasta aquí y de los formidables retos que nos esperan.
Estudia Lamo de Espinosa las razones de esta aceleración de la Historia, el movimiento del eje global, que parece abandonar Occidente para girar hacia la región del Índico-Pacífico. «Hay grandes cambios en marcha», dice. «Se está reescribiendo el mapa geopolítico y no hay duda de que nos encontramos ante varios países emergentes que tienen mucho que decir. Pero la medida es todavía el estado, el país, aunque algunos hablen de la aparición de nuevos actores, como las multinacionales o la opinión pública. Tenemos una Europa que no logra definir adecuadamente su papel, un Estados Unidos que ha sido la potencia hegemónica, hasta ahora, China, que es la gran potencia ascendente, Rusia, para mí una potencia sobrevalorada y la India, justo lo contrario, una potencia infravalorada. A todo esto le dedico muchas páginas».
‘Entre águilas y dragones’ no sólo pretende explicar lo que se considera una tendencia incuestionable, es decir, la sustitución del gobierno mundial de Estados Unidos, de Occidente, por un orden global dirigido por China y, por tanto, por Oriente y su área de influencia. Este libro va mucho más allá. Pretende explicar cómo el mundo es el resultado de un proceso de europeización que ha durado siglos: desde Elcano, precisamente, desde las grandes navegaciones. «Abrieron el mundo, lo hicieron cosmopolita», dice. Y pretende explicar también cómo todo cuando tenemos proviene de las revoluciones científicas del XVII, y de la Revolución Industrial, un proceso que modeló el planeta, que construyó el progreso, y que fue sacudido y quebrado por las grandes guerras del muy violento siglo XX: «todas esas guerras fueron civiles dentro de Europa», señala Lamo de Espinosa.
Dice que, como explicaba Borges, no nos une el amor, sino el espanto. Europa es un caso paradigmático. Para evitar caer en el horror de las guerras mundiales se constituye la Unión Europea. La globalización empieza en 1989, con la caída del muro de Berlín. «Fue el año que cambió el mundo. Porque aquel muro dividía Berlín, pero dividía Europa, y, en realidad, dividía a todo el planeta. Su caída provocó todos los cambios posteriores. Se trataba de poner fin al gran conflicto del siglo XX, que es la lucha entre las democracias liberales y los totalitarismos de uno y otro signo», dice Lamo.
«Europa fue colonizadora, claro está, hubo una europeización constante de todo Occidente, pero después de la Segunda Guerra Mundial fue colonizada por Estados Unidos y la Unión Soviética, aunque, desde luego, bajo condiciones diferentes. Después, desde el 45 hasta la caída del muro de Berlín, el destino de Europa no estaba en Europa. Yo, que soy muy europeísta, que creo que sin duda estamos ante un proyecto político extraordinario por muchas razones, el mejor en décadas, tengo que decir que vivimos ahora un momento complejo y difícil, quizás porque el mundo está en un punto de inflexión».
Dice Lamo de Espinosa que vivimos otro punto de inflexión, como aquel 1989, pero más sostenido en el tiempo. «Hay en Europa un enorme déficit de autonomía geoestratégica, y eso es un mantra en Bruselas», subraya. Me dice que «ya hubo cosas muy rápidas en el pasado reciente, la verdad, como el fin de la Unión Soviética. Pero ahora el ritmo es diferente: las comunicaciones, las redes sociales, todo lleva otra velocidad. La mejor referencia está en los años noventa, los ‘roaring nineties’, como los llamó Stiglitz, en los que tuvo lugar un desarrollo de la economía, y se gestó la tercera gran ola democratizadora… Esa idea del progreso continuo sigue ahí. Pero todo acaba con otro punto de inflexión, el 11 de septiembre. Es el final de las hegemonías conocidas, el descubrimiento de un nuevo mundo que va a quedarse, que es el mundo emergente».
Cuenta Lamo de Espinosa que lo importante, en este mundo de cambios, será mantener las sociedades que respeten las libertadas políticas, económicas y de pensamiento. Cree que esas libertades pueden estar hoy amenazadas. «Vivimos en un mundo global, claro, pero nuestra perspectiva vital sigue encerrada en los muros de las sociedades nacionales, creo que hay una visión más provincializada que mundializada», dice. «Estamos asistiendo a un rebrote de todo tipo de particularismos, que yo creo que empequeñecen. El Reino Unido está aprendiendo a ser pequeño. En el Reino Unido hay una nostalgia del imperio. Pero la globalización, que en el mundo emergente ha tirado de la economía, en cambio en occidente ha llevado a la dualización [polarización]. Por una parte, tenemos a los globalizados, y por otra están los territorializados, que suelen buscar el blindaje protector, como el caso de ‘America First’. Son los que defienden, claro, el cierre de fronteras. Esta lucha está abriendo una gran brecha cultural dentro de los propios estados». Y Estados Unidos es el ejemplo más claro. Y quizás el más preocupante.
Lamo de Espinosa y el declive de Occidente
08/11/2021
Actualizado a
08/11/2021
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