El perro que tenía de niña era un pastor alemán que se llamaba León. Mi casa en el pueblo, en Santa Lucía de Gordón, está junto a las vías del ferrocarril y el perro siempre sentía antes que nadie que iba a pasar el tren. Debía de notar el temblorcillo dentro. Entonces salía corriendo como un loco en su busca, dejando todavía más calvo el camino de sus trotes sobre la hierba, y le ladraba. Ladraba al tren. Era un guauguau sostenido hasta que la máquina y sus vagones acababan de pasar.
A partir de ese perro, todos los que hemos tenido han sido más o menos trenefóbicos. En realidad esta manía a los trenes se llama siderodromofobia, pero a mí me gusta más el palabro anterior porque me parece más claro. Por el contrario, una de sus dueñas -es decir, yo- tengo una trenefilia absoluta. Por activa, pasiva y perifrástica soy una entusiasta del tren, de los trenes, en los que disfruto del lujo de tener una exposición viva al otro lado de la ventanilla y de llegar a lugares que están muy lejos sin mover más dedos que los que pasan las páginas del libro que en ese momento tenga entre las manos.
Con la apertura de la variante de Pajares, los trenes llegan más rápido a Asturias. Me alegro por mis amigos y por mi familia asturiana, y me alegro por mí, porque viajo mucho a ese lado del puerto. Es una buena noticia, aunque hayan sido veinte años largos de obras y esté pendiente un estudio y una solución para los problemas que tienen los acuíferos de la montaña.
Hace tan sólo unas semanas acudí a una presentación en una nueva librería que acaba de abrir en Oviedo, Matadero Uno, y pienso que no fui del todo consciente de que era la última vez que veía así esos valles desde el tren. Ahora las vistas, entre viaductos y túneles, serán distintas, y el verde asturiano correrá más rápido tras el vidrio. Será un verde alta velocidad.
Lo que me pregunto es si los trenes que pasaban frente a mi casa seguirán existiendo. Ojalá que mis perros, Luna y Pipo, puedan seguir ladrándole al tren. También los trenes lentos, los que paran en los pueblos, son hermosos y, sobre todo, necesarios.