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La vida non yera muy halagüeña

01/04/2022
 Actualizado a 01/04/2022
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«La vida non yera muy halagüeña». Chasquea la lengua, sonríe. Me topo con Pepe a menudo en mis paseos por los valles cerca de Lena, Asturias. Vive en Brañalamosa. Es un hombre alto, de mirada sonriente, maneras afables, 86 años. Un día lo invito a hablarme de su vida, la vida entre la ganadería y la mina, entre cultivar un campo de maíz y cavar en un pozo bajo tierra. Se sienta en la cocina, con su mono azul, sus botas de agua y su dignidad de hombre de campo. Me habla con ese tono cantarín del sur asturiano, salpicado de palabras en bable. Me cuenta de su padre, minero. «Estaba en la mina, jubilose de la silicosis, tenía cuatro hijos, y no andaba la cosa muy larga, así que fue a la madera hasta que viniera la paga de jubilación, hacían troncos gordos de castaño para el tinte, y tuvo tan mala suerte que cayó un tronco sobre él y lo mató. Dejé la escuela y fui para les mines del Aramo con13 años. No podían meter guajes hasta que no tuvieran los 14, metiéronme de pinche y estuve hasta los 19 años, ganaba 9,75 pesetes. Andábamos a la cuarta pregunta. Gracias que teníamos tierres y sembrábamos patates, escanda (un tipo de trigo)... A los 18 le pregunté, no me puede cambiar de sitio, quisiera ganar algo más. Me mandaron a la Soterraña (mina de mercurio). El primer mes, 7.000 pts. Si trabajabas bien dábante 3.000 pts, pero si tenías algún problema con guardas o jefes, te las quitaban. Pero cuando se jubilaban cotizaban muy poco (solo por 4.000 pts). En la Soterraña el agua quemábate la ropa, el mercurio era muy contaminante. No nos daban nada, ni guantes ni casco ni ropa. Los que barrenaban se ponían en la boca y la nariz una esponja, pero non servía de nada. Había mucha silicosis. Después cerró y marché para Ensidesa. ¡Allí ya ganaba 10.000 pts, me daban de todo, jabón, calzado, ropa! Volvíamos de lo muerto a lo vivo. Pero había ruidos a todas horas, unas calderas de 100 toneladas pasaban por arriba. Les máquines bajaban las chapas por unos rodillos. Tenía turnos de trabajar toda la noche y después volvía a casa por la mañana, apeteciásete dormir, pero si hacía buen día ibas a trabajar a la yerba. Dormías una hora y pallá otra vez. Tuve suerte que vino la reconversión y como tenía años de mina, valiome para retirarme primero, a los 54». Se frota las manos, vuelve a sonreír. «Ya ves, la vida non yera muy halagüeña». Y yo pienso, esa vida, la de José Viesca Fernández, es la vida de un pequeño héroe, uno de esos hombres y mujeres que levantaron nuestro país desde la misma tierra.
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