Llegaron a Villadangos del Páramo con una promesa hermosa: son árboles perennes, de los que no caducan y muestran su belleza en todas las estaciones del año, de los que retan al mismísimo cambio climático. Fue un regalo que consiguieron algunos vecinos y que quiso pilotar el consistorio, no sea que alguien le fuera a quitar protagonismo. El problema fue que, adentradas las plantas en la deriva funcionarial de nuestra administración, pasaron demasiado tiempo en almacenes, lejos de la luz, y terminaron muriendo y demostrando que no eran tan perennes.
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