maximob.jpg

La muerte del sentido común

27/03/2018
 Actualizado a 18/09/2019
Guardar
La primera vez que oí la palabra ‘chusma’ fue refiriéndose al pueblo que gritó ante Poncio Pilato pidiendo libertad para Barrabás y crucifixión par a Jesús. Es una palabra despectiva y no se puede confundir con la palabra ‘pueblo’, palabra noble donde las haya. Lo cual no impide que a veces parte del pueblo pudiera convertirse en chusma. O, para ser más exactos, que la opinión popular sea manipulada. Un claro ejemplo lo tenemos en los días posteriores al terrible atentado del 11 M. Los terroristas consiguieron cambiar el sentido de su voto en las inminentes elecciones generales, gracias a que hubo quienes muy hábilmente aprovecharon la circunstancia. Igual que las buenas gentes que seguían a Jesús y lo aclamaban cortando ramos de olivos y poniendo sus mantos en el suelo cambiaron de opinión en cuatro días. No se trata de decir que fueran mala gente, sino que fueron fáciles víctimas de la demagogia.

Durante varios meses hemos vencido la tentación de escribir sobre el culebrón de Cataluña, que ya aburre. El prendimiento de Carlos Puigdemont en unas fechas tan significativas como la Semana Santa añade un salto cualitativo al tema y por esa razón lo retomamos.

Si de algo ha tenido fama el pueblo catalán es de saber ejercer el sentido común, el conocido ‘seny’. Parece, sin embargo, que gran parte del pueblo lo ha perdido, víctima de la manipulación de unos políticos, tal vez más empeñados en conseguir la impunidad de sus trapicheos, que en defender una identidad que en realidad nadie les ha negado, pues pocos pueblos han llegado a alcanzar tan alto grado de autonomía.

De hecho en la práctica dan a entender que lo que menos les importa es el bienestar material y el progreso de sus gentes, pues prefieren ir a la ruina antes que ceder un ápice a sus fantasías secesionistas. Ciertamente la cosa tiene mal arreglo, porque los árboles no les dejan ver el bosque y son incapaces de ver, como vemos desde fuera, que están haciendo el ridículo.

A nadie deseamos la cárcel, porque la libertad es uno de nuestros mejores tesoros, pero el respeto al ordenamiento jurídico en una sociedad democrática y europea como la española no puede ser puesto en tela de juicio y muy especialmente cuando se trata de algo tan grave como la supervivencia del propio Estado. Es inconcebible que una persona medianamente inteligente pueda pensar en la impunidad por faltas tan graves, o que no todos estén obligados a cumplir la ley. Mal por quien lo dice, y mal por quien se lo cree.
Lo más leído