Parece claro que no habrá terceras elecciones, no tanto por la generosidad de quienes se han venido negando a abstenerse, cuanto para evitar un posible descalabro electoral. Advierten, no obstante, que eso no significa ayudar a la gobernabilidad. No parece ésta la mejor forma de procurar el bien de los españoles. Sería mucho mejor tratar de llegar a acuerdos constructivos en temas importantes para el bien de todos. Por ejemplo, en materia de educación y en materia laboral.
Fijémonos hoy en el tema educativo. Parece que las diferentes leyes de educación que han estado vigentes en la etapa democrática no han dado buenos resultados. Nunca han sido consensuadas. De todas ellas el PP sólo ha podido poner en marcha la actual Lomce, puesto que la Loce nunca se aplicó. Zapatero se desentendió de ella nada más llegar al poder. Del mismo modo que tampoco llegó nunca a aplicarse la Loece, de UCD.
¿No sería bueno que unos y otros, libres de prejuicios, se sentaran a dialogar en lugar de descalificarse mutuamente? Pues bien, se nos ocurren algunos criterios que deberían tenerse en cuenta: No se puede renunciar al esfuerzo. Querer que todo el mundo apruebe, pase de curso y obtenga títulos sin sacrificio y sin tener idea, no deja de ser un engaño. No es cuestión de volver a lo de «letra con sangre entra» ni de traumatizar a los alumnos, pero de ahí a lo que ahora se está viviendo en muchas aulas hay un abismo. Por cierto, los que hicimos reválidas, de las de verdad, tenemos que estar agradecidos.
En cuanto al gran valor de la igualdad, es peligroso interpretarla mal. De ahí la importancia de la atención a la diversidad, pero también de evitar la igualdad por abajo: para que todos sean iguales, bajar el nivel.
Está muy bien la participación de todos los miembros de la comunidad educativa, incluidos los padres. Pero no es bueno que se confunda, por ejemplo, con desautorizar o faltar al respeto al profesor o con un clima de violencia y caos.
Para algunos lo más urgente de las reformas educativas es quitar o marginar la asignatura de religión, la única elegida libre y democráticamente en virtud del legítimo derecho de los padres a la educación integral de sus hijos.
No se mejora la calidad de la enseñanza eliminando o poniendo trabas a los centros concertados. Los padres tienen derecho a escoger lo que consideren mejor para sus hijos, y que pagan con sus impuestos.
¿Acaso es imposible llegar por fin a un consenso en materia educativa, buscando el bien integral de los alumnos, dejando a un lado prejuicios ideológicos?

La mala educación
11/10/2016
Actualizado a
19/09/2019
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