07/05/2019
 Actualizado a 12/09/2019
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Rajoy ha sido un gran político, muy curtido, gran parlamentario y tal vez de los pocos que pueden decir que no han necesitado de la política para vivir, por su condición de registrador de la propiedad. Siendo realistas, es decir, no quedándose en las meras buenas intenciones, es posible que también haya sido el menos malo en cuanto a gestión de la economía. Pero tal vez por ahí nos podemos encontrar con alguno de sus errores, al centrarse en la economía olvidando otros aspectos ideológicos, llegando a renunciar a algunos principios que parecían fundamentales en el PP, especialmente los que se basan en el humanismo cristiano. Y si bien Rajoy se ha dejado guiar por la prudencia, a veces esta ha dejado de ser virtud para convertirse en falta de decisión y caer en los llamados ‘maricomplejines’. El momento cumbre de esta bajada de pantalones tuvo lugar cuando derribó el sensato proyecto de ley del aborto de Ruiz Gallardón para abrazar la ley de Zapatero que tanto criticó. Ya dijimos en su momento que esto lo iba a pagar claro. Otro tanto cabría decir respecto al tratamiento del separatismo catalán. Unido esto al tema de la corrupción, bien podemos atribuirle a Rajoy la paternidad de Vox y de Ciudadanos.

Su sucesor, Pablo Casado, deseoso de corregir estos fallos,se ha encontrado con una herencia envenenada. Es muy fácil decir que se ha pegado un batacazo en las recientes elecciones, pero eso le pasaría a cualquier candidato que se presentara, sabiendo que la tarta ha habido que repartirla entre tres. Pero ahora tiene un enemigo más: los de su propia casa que dicen que tiene que volver al centro. Y ¿qué es el centro? ¿La ambigüedad?¿La tibieza? ¿Desde cuándo defender la vida humana en todas sus etapas es ultraderecha? ¿Cómo puede el líder de Ciudadanos justificar el aborto argumentando que «estamos en el siglo XXI»? Pero también desde el PP han prohibido a Casado defender la vida humana por miedo a que eso le haga perder votos. Sin embargo es más noble perderlos por ser coherentes con los propios principios queganarlos a cualquier precio.

El problema está en que en España se vota con el corazón y no con la cabeza y por eso muchos de los que querían echara Sánchez lo han mantenido en el poder al querer castigar a Casado. Y otros que legítimamente desean que gobierne Sánchez no han estado lejos de permitir que entren en sus ministerios los defensores de la dictadura de Maduro. Todo un verdadero esperpento por no usar la cabeza a la hora de emitir el voto.
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