La esperanza Aguirre

Para el PP de un pequeño municipio de Burgos, Cardeñadijo, la esperanza tiene nombre de mujer, siete vidas, acento castizo y baila el chotis por San Isidro. Esperanza Aguirre cierra la lista de la candidatura popular de una localidad de apenas mil quinientos habitantes. Poco debe confiar el candidato Héctor Martín en poder arrebatarle por méritos propios la alcaldía al PSOE que ha tenido que tirar del santoral del partido para movilizar a los vecinos y colarse en los titulares de periódico. La estampita Aguirre, Santa Ana de un PP que ya no existe, prende velas al pasado y quizá incluso podría considerarse hasta un acto de rebelión contra la deriva del partido en los últimos años. Poner toda su esperanza en Esperanza está tan cerca de la genialidad como de la ocurrencia, mucho más cuando el atrevido candidato añade que conoció a la exministra y expresidenta del Senado y la Comunidad de Madrid hace años en un congreso de Nuevas Generaciones y que han mantenido el contacto desde entonces. Así se aprovecha la agenda del móvil.

Sin embargo, más allá de la chanza, la vuelta a la política (efímera y simbólica) de Esperanza Aguirre confirma la falta de liderazgo que sufren los populares y que no solucionó la quema de Pablo Casado para encumbrar a Alberto Nuñez Feijóo. Aguirre, aspirante a concejala estética, se acercará una tarde a Cardeñadijo para reivindicar aquel PP firme que aglutinaba a la derecha y celebraba mayorías absolutas. El PP del aznarismo milagroso, el marianismo paciente y la corrupción bajo las alfombras. Hablará de aquellos maravillosos años en un caso de paracaidismo ideológico que disfraza de tirón electoral una profunda reivindicación existencialista. Una forma de protesta que se publica en el BOE y que imprime papeletas que no es única de cara al próximo 28-M. En el Prat de Llobregat, en Barcelona, también cierra la lista municipal una ilustre desterrada: Cayetana Álvarez de Toledo. Hay un PP retándose a sí mismo.