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La democracia, a dentelladas

13/11/2019
 Actualizado a 13/11/2019
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Cuando hablamos de resaca electoral no estamos muy seguros de si nos referimos a ese movimiento marítimo de ida y regreso, perceptible en las playas, o si lo decimos por la otra resaca, la que provoca dolor de cabeza, sequedad en la boca, lentitud de movimientos y ralentiza la capacidad de percepción y de retentiva. Esa, esa es la que nos queda después de una jornada electoral, la resaca que pide, a punzantes gritos, descomunales dosis de antiinflamarios y oceánicos tragos de agua. El ciudadano ha cumplido. Ha acudido al colegio electoral con sus papeletas, obediente ante la llamada, y se han encontrado con que, a pesar de que nadie le puede pedir más al sufrido votante, el diagrama resultante viene a repetir un escenario de bloqueo. Esa es la principal lectura que hoy podemos trasladar: la población está agotada, extenuada de tanto decirle con sus votos a los políticos lo que tienen que hacer y que estos interpreten el mensaje a su santa manera, generalmente con una visión reducida a lo inmediato, sin el menor ademán de alzar la cabeza en busca de soluciones duraderas, aunque contengan dosis de sacrificio personal o político.

Ya sé que pedir por el bien común es mucho pedir cuando la costumbre es atender tan solo al bien particular, al sostenimiento del escaño, al mantenimiento a flote de las siglas, pero alguien tendrá que dar el primer paso si no quieren que la democracia sufra una dentellada aún mayor de quienes se la quieren merendar con patatas y a fe que, gracias a la incapacidad de encontrar soluciones de aquellos que cobran por ello, lo están consiguiendo.
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