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La Cenicienta agricultura

05/09/2017
 Actualizado a 18/09/2019
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Cada día, cuando vamos al supermercado, lo hacemos porque necesitamos comer, pero no estaría mal que recordáramos que ni las lechugas, ni las zanahorias, ni la harina con que se hace el pan, ni el vino… se producen en los centros comerciales ni en las tiendas más modestas. No llegarían a las estanterías si antes no hubiera unos hombres y mujeres que han tenido que preparar la tierra, sembrar, cosechar con bastante esfuerzo y sacrificio. No sé si lasnuevas generaciones serán conscientes de esto. Afortunadamente algunos tuvimos la suerte de experimentar, desde niños hasta pasada la adolescencia y bien entrada la juventud, lo que es el trabajo en el campo, la agricultura y la ganadería: ir de pastores, segar, cargar y descargar la hierba y el pan (que así se llamaba al trigo y el centeno), regar, trillar, majar, cortar y recoger leña, vendimiar…Es cierto que el campo hoy está más mecanizado, pero sin el trabajo de los agricultores y ganaderos moriríamos de hambre. Puede resultar muy placentero comer en un restaurante un buen chuletón o las verduras y frutas más exquisitas, pero nada sería posible sin ese trabajo a veces tan poco recompensado de las gentes del campo.

En realidad debería ser ésta la actividad mejor remunerada, pero a veces parece que todo se vuelve en contra. Además de que suelen ser los intermediarios los que se llevan los mayores beneficios, nos encontramos con las heladas que en cuestión de segundos frustran toda una cosecha. En este sentido este año ha sido especialmente catastrófico. Y si algún fruto quedaba viene a continuación la sequía para que no puede desarrollarse, o una granizada que remata la faena. Utilizando el lenguaje de la soberana inglesa bien podemos hablar de este año como un ‘annus horriblis’ para el sector agrario.

Ciertamente el agricultor no puede solucionar estos problemas utilizando el derecho a la huelga, como no sea una huelga forzada: la de no vendimiar la fruta que no llegó a nacer o no cosechar el grano que no se desarrolló. No es de extrañar que a veces se denomine a la agricultura como la cenicienta, como la actividad más admirable y al mismo tiempo la peor tratada, como la jovencita del cuento.

No negamos el derecho a la huelga ni las razones que puedan tener algunos colectivos para acogerse a él, pero tener un sueldo fijo al mes, exento de la influencia negativa de los agentes meteorológicos o de los caprichos del mercado, es un privilegio que ya quisieran para sí muchos agricultores.
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