La cafetera italiana

Hace ya más de una década que Carlos y Blanca me regalaron, unas Navidades, mi primera cafetera Nespresso. Y –créeme– descubrí una nueva forma de entender el café –aunque nunca comprenderé por qué dejaron de hacer ‘Indriya’…–, el ‘motor’ que hace posible que arranque la ‘maquinaria’ cada día… y que, de alguna manera, contribuye también a que funcione mejor… Hay gente que no prueba el café –lo sé de buena tinta–, es cierto; y, la verdad, no sé cómo son capaces…

No recuerdo cuando empecé yo a tomar café –era bien joven, eso seguro–, pero no se me olvida aquella cafetera metálica de color gris, puesta en el fuego pequeño de la cocina de gas butano que tenían mis padres; un ingenioso –y sencillo y económico– invento que, por lo general, no faltaba en ninguna casa… y que cumple en 2023 nada menos que noventa años.

Fue el ingeniero italiano Alfonso Bialetti quien patentó en 1933 la que conocemos como ‘cafetera italiana’ –se dice que inspirado en un sistema para lavar ropa–, que no ha dejado de comercializarse desde entonces: son ya más de trescientos millones de unidades los que se han producido en este tiempo… Gracias a ella, la empresa Bialetti –que él mismo fundó, aunque sería su hijo Renato quien le diera un importante impulso– llegaría a ser la fabricante líder de cafeteras en Italia. De hecho, en apenas un par de décadas, esta cafetera –también llamada ‘Moka’– adquirió gran popularidad, no solo en Italia sino en toda Europa y en buena parte del mundo.

Básicamente –lo sabes de sobra–, tiene dos partes, cerradas a rosca y comunicadas entre sí: la de abajo, que se llena de agua –sin sobrepasar la altura de la válvula de seguridad– y sobre la que se coloca el filtro –metálico y con forma de embudo– con el café, ya molido; y la de arriba, que se deja vacía. Y, después, tras poner la cafetera al fuego, el agua caliente acaba por subir a través del filtro, y el café sale por arriba y se deposita en la parte superior, listo ya para tomar… en cuanto enfríe un poco, claro.