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Justicia ciega

18/12/2025
 Actualizado a 18/12/2025
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Hoy, y gratis, os voy a dar unos cuantos consejos por si tenéis la desgracia de acudir a los tribunales para solucionar cualquier contingencia que os suceda en la puta vida. ¿A qué se debe esta liberalidad en un servidor?..., ¡coño!, estamos en vísperas de la navidad y todo se pega.

Lo primero que tendréis que hacer es saber la tendencia ideológica del juez y del fiscal que os va a juzgar. Si es conservador, progresista o, sencillamente, imbécil. Si es esto último, ajo y agua, que vaya uno a saber lo que le pasa por su mollera en el momento de dictar la sentencia. Pero conocer ‘antes de’ si es conservador o progresista es importantísimo. Si es de la tendencia mayoritaria (conservadora), el pollo no tendrá nunca en cuenta los atenuantes y sí los agravantes, con lo que estaréis jodidos de todas todas. Si, por el contrario, es progresista, sucederá al revés: seréis pasto de una alegría temporal, porque, de haber recurso ante una instancia superior, lo lógico es que ésta no haga ni puto caso a su dictamen y tendrás (además de cornudo, apaleado), que pagar las costas subsiguientes, amén de perder el juicio.

Hablo, no creáis, por experiencia propia. El caso es que, a cuenta de la sentencia del fiscal general del Estado, se está pudiendo comprobar que la justicia, esa que aparece en las estatuas como ‘ciega’ y ‘sorda’, es todo lo contrario. ¿Cómo es posible que cinco magistrados «lean» los artículos del Código Penal de una manera y dos lo hagan de otra, diametralmente distinta? Pues por qué la mentada justicia no es ni ‘ciega’ ni ‘sorda’: es interesada, ideológicamente hablando. Uno se imagina a un letrado marciano o venusino que aterrizase en España y oyese las tertulias y las declaraciones de unos y de otros estos días: estaría flipando, no creyéndose toda esta galerna de declaraciones que, sin duda, lo harían volver a su planeta a toda leche, sabiendo que somos una especie en extinción, una anomalía planetaria, un rincón cósmico sin ningún futuro.

A uno, toda esta movida, le recuerda a lo que ha leído sobre las discusiones en el Imperio Bizantino sobre el sexo de los ángeles... Toda esta anomalía jurídica es debida a la forma de elección de los jueces para puestos tan transcendentales como ser miembro del Tribunal Supremo o el Tribunal Constitucional: a la mayoría de ellos los eligen los partidos políticos (léase Psoe y Pp)y ahí empieza el problemón. ¿Cómo vas a tirar piedras contra el tejado del que te ha escogido, aunque en tu fuero interno sepas que, al hacerlo, estás ciscándote en la ley? Por lo que se está viendo ambas tendencias han dejado su capa de honradez en el armario y se han convertido en estómagos agradecidos. Esto, ¡claro!, es incompatible con la verdadera justicia que los ciudadanos esperan que se aplique.

Vivimos dentro de una pesadilla distópica, en general, y en particular en lo que refiere al tercer poder del Estado, ese que debería garantizar de que «todos somos iguales ante la ley»; y recuerda mucho a ‘Rebelión en la granja’, del gran Orwell, cuando los animales lograron echar al hombre explotador y escribieron en las paredes del granero los «diez mandamientos» animalistas. El primero proclamaba que «todos los animales son iguales»; poco tiempo después, alguien escribió un añadido que rezaba «pero unos son más iguales que otros». En aquella ‘granja’ mandaban los cerdos... Algo parecido está sucediendo ahora con los lobos y los jabalís. Estos pobres bichos se han convertido, de la noche a la mañana, en los ‘Putin’ del reino animal. Son odiados y aborrecidos por todos y de todas las formas posibles..., cuando sólo hacen su trabajo, el que les grabó la naturaleza a fuego cuando fueron creados. Sí, los jabalís son una plaga que destroza las plantaciones de maíz de los pobres agricultores..., porque no tienen comida suficiente en el monte, fruto de las políticas suicidas de las administraciones. Pero, los lobos, son, en el imaginario popular, mucho peores. Y no es verdad; los pobres lobos regulaban la población de las demás especies, comiéndose a los enfermos, a los viejos, a los impedidos. Pero, seamos sinceros, ¿qué coños van a zamparse los pobres si el resto de las especies salvajes están a punto de morir por una política, ¡otra vez!, miope e incompetente? Pues a las ovejas, a los terneros, a los animales que cría el hombre para saciar su apetito y su bolsillo. Creo firmemente que aquí ocurre, salvando las distancias, como con la justicia: hacemos, a sabiendas, malas elecciones..., y así nos va. Salud y anarquía.

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