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Julio Llamazares. El viaje

06/10/2025
 Actualizado a 06/10/2025
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De nuevo nuestro Julio Llamazares se enfrenta a la memoria; en este caso, al «limbo» de la memoria. en el que se desvanecen las vidas de los hombres. Y lo hace recorriendo el mismo camino que, en 1938, y con 18 años, debió recorrer su padre para acudir al frente de guerra en el que un general rebelde se había levantado contra el gobierno legal de la república. Su padre y un amigo de Aviados decidieron incorporarse al ejército del levantisco y asistieron, en Teruel, a uno de los enfrentamientos mas terribles, por las bombas y por el frío, del que salieron indemnes por milagro, regresado a Le´n para estudiar magisterio.    

«Las guerras duran mientras alguien quiere recordarlas» declaraba Julio a Angels Barceló, en la SER, en una entrevista. Y uno las vive en el bando que le toca la mayoría de las veces, añade este cronista, que también tuvo un padre soldado, aunque en este caso analfabeto. Tanto que ni siquiera alcanzaba a explicarnos dónde diablos había estado y si había asistido a momentos terribles antes de ser relevado por culpa de que ya había cuatro hermanos más en el ejército rebelde. Pero muchos jamás volvieron. 

Y muchos de ellos, de uno y otro bando, aún están en las cunetas. Las guerras civiles es lo que tienen, que las pierden los dos bandos. Y las pierden también los hijos y los nietos.

De estos viajes al pasado, sin embargo, siempre vuelven todos, algunos, como Julio, cargados de valor y habiendo dado el homenaje merecido a su propio padre. Y de eso es de lo que habla este maravilloso viaje real a una de laas épocaas más triste de nuestra propia historia reciente.

Porque es necesario recordar cómo y con qué materiales se ha ido construyendo este mundo que habitamos, entre otras cosas para comprender mejor cómo hay que  actuar para ir reparando las gritas que se vayan produciendo. 

Y en este Julio es un maestro. Parece que no, pero harían falta de vez en cuando cursos de formación civil para deshacer los bulos de propaganda que nos lanzan quienes tratan de perpetuarse en el poder, basándose en el voto de muchos que ni siquiera saben en qué país viven, pero que ponen la oreja fácilmente a los embustes  y falacias que les regalan esos intrépidos.

Y, al final del viaje, aunque sin poesía, llega la paz. Julio la encuentra en Morella: «En la guerra no hay poesía pese a que la poesía brote de estos paisajes llenos de magia y belleza (pag.278)» El padre de Julio hubiera dado el visto bueno.
 

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