28/12/2023
 Actualizado a 28/12/2023
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«He sido libre» sentenciaba Juana de Aizpuru en una entrevista concedida con motivo de su jubilación ahora que ha cumplido noventa años. Esta frase de la dama del arte contemporáneo en España, creadora de la feria Arco, debería ser una obviedad para alguien que entregó su vida a la cultura. Sin embargo la libertad vuelve a ser una aspiración en una sociedad y una política en brazos de la censura y la cancelación. Que hubiera sido de Arco bajo el filtro de lo presuntamente correcto y de los artistas si tuvieran que negarse definitivamente la provocación cuando su oficio no es más que una provocación constante a los sentimientos. 

Juana cierra su galería el mismo año que ha abierto en Barcelona el primer museo del mundo de arte prohibido como si la historia y los museos no estuvieran llenos de cuadros y esculturas que fueron perseguidos, mutilados y desterrados por adelantarse o desafiar a su tiempo. Así cambian las cosas, hoy provoca solo el continente. Juana del pelo fuego pasión, de la movida madrileña, sevillana de Valladolid, mecenas, valiente y precursora en casi todo dice que en los ochenta se sentía «responsable de la imagen de España» al ser la única galerista en las ferias internacionales. Frente al ruido y las esquinas es una buena definición de patriotismo.

Castilla y León le debe el Premio Castilla y León de la Artes. Juana de Aizpuru es la Lola Flores de la cultura porque ni pinta, ni escribe ni baila pero habría sido una maldición histórica perderla. Aizpuru ha hecho más por el arte español que todos los ministros de Cultura y que varios movimientos artísticos. Respaldó los primeros pasos de Miquel Barceló o José Manuel Broto y ha representado a genios como Alberto García-Alix, Cristina García Rodero, Jordi Colomer o Dora García. «Inventó artistas. Descubrió a otros. Rescató a unos pocos» resume su relevancia magistralmente Antonio Lucas. «Puede que me dedique a aprender a morir», confiesa Juana. Así se retiran las heroínas.

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