miguel-soto.jpg

IV Páramo Polvoriento

03/09/2023
 Actualizado a 03/09/2023
Guardar

En un descampado paramés, un sábado de agosto en toda la crestona de la ola calorral y con depósito elevado de agua y fábrica de piensos por testigos se celebró el IV Dusty Moorland, festival (o rave) ‘moped’ envidia de cualquier Mutoid. 

Hasta allí nos acercamos otro sucio y yo a media tarde. Tras un par de hileras de coches y caravanas aparcados sobre mullido polvo, dos espantajos nos dieron la bienvenida orinando contra el sol. Las instalaciones consistían en un escenario sin dosel, una barra con cerveza abundante y un puñado de puestos atendidos sin celo vendedor. Y al otro extremo del descampado, la verdadera atracción: el circuito de tierra donde veinte o treinta cacharrazos corrían a todo gas. Eran Vespinos con y sin carenado, Puch cortas, algunas Derby Variant pura fibra y Mobylettes niqueladas. Muchas de ellas llevaban turbias muñecas infantiles en el frontal, mientras los pilotos al mando iban ataviados con petos de Eloso y equipamientos variables que podían incluir máscaras antigás, alforjas de tetrabrik, palas de obra, botas de la mili obligatoria o de competición para evitar la rotura de tibias. ‘Insane rodeo’ creo que llaman a aquella carrera de resistencia donde solo podía quedar uno. 

Parece ser que el taller Garaje Burro (que rima con Mondo Bruto) y un tal Pedro Towers organizan esta grasienta joyeza de encuentro motero, que no es solo que no tenga nada que ver con el Pingüinos, sino que tampoco se parece a los molones Old Wheels o Motor Beach. En todos esos eventos se podría encontrar al clásico cantamañanas haciendo caballitos a un palmo de la peña, pero solo en el Dusty es posible ver una motoguarri Barbie con su Nenuco descabezado para sostener el cubata (Margot Robbie se la hubiese gozado dando un par de curvazas con aquella golosina a escape libre). Ni mucho menos contemplar una bici Motoreta motorizada y con sidecar a base de sección de bidón al medio. Tampoco en otro sitio la organización azuzaría al personal para que derrapara con más ganas e hiciese más surco. 

Para el recuerdo, intenté conseguir un poster y no tuve suerte, pero no por culpa de los camareros, que rápidamente se hubiesen puesto a arrancar el que había detrás de la barra de la emoción. La noche prometía pero los papuchones nos volvimos a casa temprano después de comer un menú infantil de salchicha y patatas. Allí quedaban cinco o seis 49’s compitiendo todavía, no se sabe si a base de gasolina o de mazorcas de maíz, que a esas maravillas de pedal todo les vale.

Lo más leído