jose-miguel-giraldezb.jpg

La investidura dura (o cómo ir partido a partido)

21/08/2023
 Actualizado a 21/08/2023
Guardar

La política ha regresado en pleno ferragosto, cuando España está salpicada de fiestas. Los plazos han obligado a esta curiosa imagen, la del Congreso en plena actividad, con un Madrid huyendo hacia las playas de Valencia, o mejor hacia el norte, y diputados y senadores acudiendo a la ciudad ardiente.

Sánchez, que ha manejado como suele hacerlo el voto de silencio, regresó también de las vacaciones africanas para la constitución de las Cortes, donde se jugaba una baza importante con la Mesa del Congreso, entre otras cosas. Sánchez, dice Ayuso, ya tiene todo atado y bien atado, así en la tierra como en el cielo, pero la realidad es que sólo va pasando pantallas, como en los videojuegos.

Sabe muy bien que en esta ocasión las cosas están más difíciles todavía, si cabe. Pero también sabe, porque así son las matemáticas parlamentarias, que ha ganado las elecciones a pesar de haberlas perdido, aunque no es seguro que todo pueda sustanciarse en una victoria, aunque las cifras canten. Feijóo parece mirar a otro lado y se dispone a intentar la investidura dura, aunque sólo sea por el que dirán. Sánchez, en ese silencio que ha instaurado, discreción y buenos alimentos, se maneja con soltura, aunque tiene enviados a los lugares donde se discuten las cosas del querer. Va partido a partido, nunca mejor dicho, porque de nuevo va a necesitar unos cuantos. 

Page, me parece, ha dicho que el resultado electoral ha sido mayormente diabólico: ni un guionista de Hollywood, de esos que están o estaban en huelga, sería capaz de trazar con tanto mimo una paradoja tan colosal, un argumento tan apocalíptico, un suspense tan enconado y tan atractivo. Pero ahí está la cosa, queridos. Junts ha recuperado un protagonismo que no tenía, y lo hace justo en un momento bajo, porque es el socialismo el que ahora domina Cataluña, convendría no olvidarlo. Los indepes de Junts y de ERC tiene que buscar puntos en común a pesar de sus radicales diferencias, lo que no se sabe bien si perjudica o beneficia a Sánchez. En general, las dificultades de los otros son tus oportunidades. Puigdemont ha vuelto al centro de la escena, y eso preocupa a muchos, pero también es un reto para él: tiene que decidir, y si son muchas y complejas las peticiones del oyente en Waterloo, quizás todo se desinfle y Junts salga perdiendo. Puigdemont ha ganado en presencia mediática, de pronto tiene resortes políticos con los que quizás no contaba, y ello después de muchos meses difíciles y de no poca política borrosa. Las luces recaen sobre él, de acuerdo, pero eso le obliga a actuar sin dilatar los tiempos, porque los días son contados, y a no excederse en las demandas, salvo para la galería. El análisis sociológico de los resultados electorales en Cataluña invita a ser prudentes, o eso me parece. 
Sánchez, acostumbrado a resucitar y así, no parece tener miedo, y ha vuelto al Congreso mostrando sonrisa despreocupada (dientes, dientes, decían) y abrazando al personal. Traía gestionada la Mesa, que no es cosa baladí. Va atando cabos, porque el barco debe mantenerse a flote y el naufragio de la legislatura no es una opción. Feijóo, ya digo, no se baja de la montura, y espera también la llamada del rey, que suena como un viaje épico a las montañas del destino. 

El verano mantiene el suspense, como dijo también Puigdemont de alguna forma, en uno de sus implacables tuits. La investidura sigue estando dura, por mucho que Francina Armengol se haya hecho con la presidencia de la Mesa a las primeras de cambio, sin mayor dilación, alegrando así la tarde a Pedro. Hasta Feijóo se permitió un último giro de guion, dejando a Vox fuera de la movida algo bizarra de las vicepresidencias. A pesar de los pactos autonómicos, parece que el gallego tiene en el Parlamento otras ideas, otros sueños, seguramente en clave de futuro, quién sabe lo que deparará una legislatura impredecible, inevitablemente sometida a olímpicos embates.

Sánchez, o Sanxe, sabe que tiene que sumar y Sumar, entre otras cosas. Ahora mismo, debajo de los escaños aún está la playa. Pero bajo la arena de la playa se escuchan los complicados engranajes de los pactos difíciles. Puigdemont parece operar en remoto, ya digo, pero con una presencia inmediata, haciéndose notar en los escaños del estío, como si estuviera a la vera, ay a la verita vera, susurrando a los suyos y a los otros. Sabe que la aritmética, la matemática electoral, le concede un privilegio extraordinario que ha preocupado a algunos barones socialistas (tampoco a tantos), de ahí lo de la conjunción diabólica que decía Page, pero llegado el caso es bien sabido que, según el acervo popular, contra el vicio de pedir está la virtud de no dar. Hasta donde la cosa lo permita, evidentemente. Sánchez va a lo suyo por la bajini, pero lleva puesta la sonrisa, así que algo querrá decir. 

El rey ya viene y llamará a palacio según las cifras, en esta apretada coyuntura. Pero agosto es agosto, y sólo el otoño traerá el crujir de la nueva hojarasca en los hollados pasillos de las Cortes. Mientras Feijóo se ofrece con una mano, por si acaso se diera el milagro, y con la otra escribe la estrategia de los meses futuros, en medio de un mar embravecido por las contradicciones, Sánchez quiere amarrar el partido de fuera con frío pragmatismo, porque el de casa ya lo ha ganado. Con Armengol al timón, y a pesar de la mayoría popular en el Senado, que esa es otra, cree que podrá sortear las rocas errantes, haciendo gala de su casi legendaria pericia con los laberintos. Optimismo antropológico, supongo. 
De momento, a la espera de lo más difícil, porque cada día tiene su afán, ha tramitado con celeridad el asunto del uso de las otras lenguas peninsulares en el Congreso. Parece que la decisión también presenta su enjundia, pero la realidad es que daría una buena imagen en este país hermosamente proteico. Nuestro enriquecimiento está en la diversidad, en la multiplicidad, nuestro éxito esta en compartir y comprender. Como algún analista dijo, el uso de las cuatro lenguas no es cesión ni bajar la cabeza, antes, al contrario, supone un paso en dirección de la pluralidad, el reconocimiento del otro y la modernidad. Que es de lo que se trata cuando el objetivo es la convivencia. 
Este Sánchez de nuevo quijotesco, parte hacia un territorio erizado de dificultades. Sin duda lo sabe. Sabe también que, siendo la investidura una dura tesitura en lontananza, en la que habrá de enfrentar encantamientos varios que le saldrán al paso, la verdadera dificultad vendrá si logra llevar a término el arriesgado viaje. Al día de la fecha, hay muy pocas certezas. 

 

Lo más leído