Ya no quedan inocentes o lo somos todos tanto que las bromas se han convertido en un arma peligrosa. Las inocentadas, las de verdad y no las siluetas de papel colgadas en la espalda, se extinguen sin remedio. Los medios de comunicación no se arriesgan el 28 de diciembre, quizá porque el mundo se ha vuelto tan loco que hay pocas bromas que no parezcan tener un alto grado de verosimilitud. El periodismo se agarra a la credibilidad como único salvavidas para ganarse un futuro en el caos de la desinformación. Y en esa lucha no cabe un solo respiro donde perder ni un ápice de la escasa reserva de confianza. Hacer humor, aunque sea un solo día y bien marcado en el calendario, se ha convertido en un grave riesgo. Recuerdo aquellas reuniones en la redacción los días antes de Los Inocentes para elegir la inocentada de ese año. Era una entrañable tormenta de ideas cada cual más disparatada donde tronaban las carcajadas e imaginábamos la cara del espectador al cuestionarse esta y aquella locura. Entonces se remarcaban las líneas rojas y los temas sensibles quedaban automáticamente descartados, pero aun había espacios para el juego pactado con la audiencia. Ahora el equilibrio es imposible, como cantaría Iván Ferreiro, y se autocensura la broma por el miedo a herir cualquier sensibilidad del catálogo infinito de pieles de mariposa que acechan sin descanso y que si te descuidas piden hasta cárcel. Pensamos, y a lo mejor nos equivocamos, que hoy no nos lo perdonarían porque el humor que se ha convertido en todo un acto de heroísmo.
Imagínense las consecuencias de un revuelo tal como la nota de prensa del Instituto Franklin de Philadelphia en 1940 anunciando el fin del mundo para el día siguiente a las tres de la tarde y que provocó una estampida de ciudadanos similar a la emisión de ‘La guerra de los mundos’ de Orson Wells dos años antes. O la mítica inocentada de la BBC, con su reportaje en 1957 de cómo se cosechaban espaguetis de los árboles en Suiza. Pero cuidado porque algunas acaban cumpliéndose. El 28 de diciembre de 1971 la portada de ABC para crédulos era la fotografía del entonces alcalde de Madrid, Arias Navarro, multado por agentes municipales por realizar un giro indebido. El disparate (porque aquella escena en aquel momento era realmente impactante) se explicaba al día siguiente, además el alcalde ni siquiera sabía conducir... lo que ha hecho el tiempo con nosotros. En 2014 el digital El Confidencial que aseguraba que habían ingresado a un joven en un hospital psiquiátrico obsesionado con Podemos. Una premonición de cómo la política iba a comenzar a desquiciar España. Más reciente aún y más premonitoria, la publicación en redes sociales hace justo un año del huido Carles Puigdemont: «A partir del 1 de enero trasladaré la Presidencia de la Generalitat a Gerona». Si no tiene que hacer mudanza a Estremera ya parece posible con el impulso del movimiento (medio en serio medio en broma) de Tabarnia en los últimos días que propone la independencia dentro de la independencia, que Tarragona y Barcelona formen una nueva autonomía libre de independentismo. Si 2017 ha sido entero una inocentada apostaría que tampoco defraudará 2018.
Las inocentadas se extinguen quizá también por coherencia histórica. Hoy los soldados de Herodes, al menos en las viejas tierras de interior, no encontrarían niños que ajusticiar y acabarían exhaustos una ruta de pueblo de pueblo sin manchar la espada. Nos morimos sin que nos maten, pero también sin que nadie acuda a salvarnos.

Inocentadas las justas
28/12/2017
Actualizado a
07/09/2019
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