06/08/2023
 Actualizado a 06/08/2023
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Si hacemos referencia degustativa de una bebida que en su momento nos flipó –y a alguno flipa todavía– he de referirme a la ginebra. Su origen, a mediados del siglo XVII, se atribuye al médico holandés Sylvius de la Boe, o un siglo antes producida ya en Italia. Antes de convertirse en una bebida comercial dentro de los licores espiritosos, tuvo un uso medicinal como remedio contra los problemas digestivos y renales. Es vocablo que proviene del neerlandés ‘jeneva’ (latín ‘juniperus communis’) relativo a un compuesto de cebada, centeno y maíz. Más adelante se le agregó enebro, planta que da unas bayas de ingrediente aromático utilizadas en muchas culturas como desinfectante de las vías urinarias. Curiosamente, los nativos americanos utilizan las bayas de enebro como un anticoceptivo femenino.

La popularidad de la ginebra se extendió, sobre todo, en Gran Bretaña, cuando Guillermo de Orange se convirtió en rey Guillermo III de Inglaterra. Destaca en España la marca Larios, que nació en Málaga en 1866 y se <exporta a todo el mundo, principalmente a la ‘pérfida albión’. 

Su celebridad actual se centra en los llamados gin-tonic, como uno de los cócteles más famosos. Tiene alrededor de 40 grados de alcohol y suele diluirse entre la cuarta y quinta parte, por lo que la graduación final de la copa se sitúa entre el 7 % y el 10 %.

Luis Buñuel no ha ocultado haber estado estrechamente enganchado a la bebida como al tabaco. Particularmente, la ginebra tuvo un papel determinante en la vida de nuestro cineasta más reconocido internacionalmente. Y a quien saco ahora a colación –además del licor– por cumplirse el cincuenta aniversario de su muerte.

El autor de ‘Veridiana’ escribe en su libro de memorias ‘Mi último suspiro’, que la Ley Seca fue una de las ideas más absurdas del siglo veinte, siendo la época en que él más bebió de su vida. Cuenta que un día, en uno de los artículos médicos de la revista ‘Marie France’, leyó que la ginebra era un excelente calmante y un antídoto eficaz contra la angustia producida por los viajes aéreos. Por lo que decidió comprobar la veracidad de esa afirmación. El avión siempre le había dado un miedo constante e irreprimible. Si uno de los pilotos pasaba a su lado con cara seria, él pensaba: «Se acabó. Estamos perdidos, se lo leo en la cara». Si, por el contrario, pasaba sonriendo amablemente, me decía: «La cosa debe estar muy mal. Quiere tranquilizarnos.» Todos sus temores desaparecieron como por arte de magia el día que decidió seguir los consejos de ‘Marie France’. En cada viaje, tomó la costumbre de prepararse un frasco de ginebra, que envolvía en papel de periódico para que no se calentara. Mientras esperaba en la sala de embarque que llamaran a los pasajeros, echaba disimuladamente varios tragos de ginebra y en seguida se sentía tranquilo y contento, dispuesto a enfrentarse con las peores borrascas.

Añade Buñuel en sus memorias que, si tuviera que enumerar todas las virtudes del alcohol, no acabaría nunca. En 1978, en Madrid, cuando desesperaba de poder continuar el rodaje de ‘Ese oscuro objeto del deseo’, a consecuencia de un mal entendido con una actriz (Maria Schneider) y Serge Silberman, el productor, estaba decidido a suspender la película, lo cual suponía una perdida considerable, estaban los dos una noche en un bar, bastante alicaídos, cuando, de repente –aunque eso sí, después del segundo dry-martini– se le ocurrió a Buñuel la idea de hacer interpretar el mismo papal por dos actrices, algo que nunca había hecho. Y la película se salvó, gracias a un bar.

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