Ya ha llegado septiembre, asomando con un poco de frío y la sensación vibrante de que el verano se nos escurre de entre los dedos. Mientras tanto, durante todo este tiempo he buscado sobre qué escribir o hablar, tratando de disimular el desastre que asola a España, pero especialmente a Gaza.
Veo tanto odio y dolor, que a veces, creo que realmente el infierno ya está en este plano. Jean-Paul Sartre tiene una frase famosa que dice: «El infierno son los otros».
De repente al leerla, creo que no la entiendo y a la vez, sé la respuesta. Es una frase que tiene la verdad entre sus letras, tan solo hay que querer verla.
Las noticias se vuelven desoladoras y, hablando con algunas personas concluyo en que existen dos grandes polos apuestos. Por un lado, quiénes dicen que no les importa y por otro, quiénes se frustran queriendo buscar una solución cada día frente a tanta violencia.
Esto es muy curioso, porque de cara a un mal que está no solo moralmente sino socialmente condenado, sigue habiendo quiénes lo justifican, por interés y poder.
Me gustaría que este año marcase un antes y un después, pero no únicamente a las víctimas o afectados por los fuegos y el genocidio.
Quiero que los de arriba que tienen todo el poder para ayudar y no lo hacen, lo hagan. Y es que, me temo que el planeta se está apagando, con cada gesto que avanzamos hacia la mejora, las grandes macrogranjas y multinacionales, lo hacen retroceder. Por desgracia, aún existen gobiernos que niegan el cambio climático y sin hablar, de las terribles gestiones forestales.
El mundo no es de un grupo de personas con un alto cargo, es de todos los seres vivos que lo habitamos.
Los incendios se han llevado casas, incluso almas y, lo que tuvo una solución, se convirtió en una tragedia más que sumar a nuestras vidas.
Pasarán los días y, los anuncios alimentados por el ansia de comprar, nos dirán que consumamos, comamos y bebamos por Navidad, dando la bienvenida a un futuro año, como si este 2025 no hubiera importado nada.
Finalmente, no sé la verdad absoluta y, seguramente que cometa muchos errores hasta el día que mi cuerpo deje de respirar, pero lo que sí sé, es que debemos dejar de permitir que este mundo se vuelva cenizas, dejando a un lado los límites geográficos, porque somos todos ciudadanos del mismo lugar.
El infierno yace entre nosotros y sino, ¿por qué se mata con crueldad?