La Semana Santa transcurre con inestabilidad meteorológica. Quienes han optado por viajar estas vacaciones consultan las previsiones antes de cerrar sus reservas. Los hosteleros también, temerosos de las cancelaciones a causa del mal tiempo.
Cientos de cofradías, que llevan meses preparando las procesiones con esmero, ruegan que no se tengan que suspender a última hora.
Y la naturaleza, ajena al calendario, nos demuestra una vez más su capacidad de destrozar nuestros planes con una simple borrasca.
Sin embargo, la meteorología adversa no es lo peor a lo que nos enfrentamos.
El pasado viernes se celebró el día mundial del Parkinson. Una de tantas enfermedades que cambia a diario la vida de enfermos y familiares. Una ocasión más para reivindicar que la salud y la investigación deberían ser prioridad absoluta, servir exclusivamente a las personas, por encima de cualquier otro interés.
Hablando de intereses, el mundo se encuentra en plena guerra comercial arancelaria sin precedentes.
Los mandatarios de los principales países implicados, que tienen sus espaldas bien cubiertas y no se van a despeinar pase lo que pase, negocian y toman decisiones que marcarán el futuro de todos. Sería toda una sorpresa que esas decisiones estuviesen basadas en el bien común.
En los últimos años se ha disparado el número de pymes que han cerrado.
Pequeños negocios, comercios, agricultores y ganaderos asfixiados por impuestos, trabas burocráticas y la incapacidad de competir con las multinacionales o con el comercio online.
Puede que la calidad de sus productos y la excelencia de la atención sea superior a la que ofrecen las grandes superficies, pero se ven abocados a la extinción.
Ni los abuelos en el pueblo pueden tener sus cuatro gallinas sin temor a una multa o una tasa sacada de la chistera.
Cada vez cuesta más encontrar un lugar en este mundo que está dejando de pertenecer a todos para ser propiedad de unos pocos. Así de triste es.
No alcanzo a imaginar qué será lo próximo…mejor no dar ideas.