A partir de mañana, muchos millones de personas van a estar pendientes de una chimenea. En esta era digital llama la atención que el resultado de una de las elecciones más apasionantes del mundo no se transmita a través de una pantalla, sino por el humo de una estufa. No ha habido campaña electoral propiamente dicha, pero muchos ciudadanos, por distintos medios, se han encargado de hacer publicidad de sus candidatos favoritos. Tarea tan ilusionante como estéril. En cuanto a los electores y elegibles, que en la práctica son los mismos, se entiende que estén celebrando una campaña particular, que les permita llegar a un acuerdo con resultados positivos. Pero al final solamente será uno el elegido, estuviera o no en las quinielas, convirtiéndose en el Papa legítimo, al que el resto de los compañeros deberán prestarle la debida obediencia. Si no lo hicieran, dejarían de ser católicos, al romper la comunión con el sucesor de Pedro.
Se supone que en los primeros momentos saldrá por la chimenea un humo negro. Es normal.
Hay muchas cosas negativas que intoxican el ambiente, ante la elección del obispo de Roma, y que deberían desparecer con las primeras hogueras de la estufa, en espera de que un humo blanco, como la sotana del Papa, anuncie la buena noticia.
Siempre se ha dicho que en los cónclaves interviene el Espíritu Santo. Muchos no se lo creen y lo toman a broma, haciendo sobre ello chistes fáciles. Otros sí lo creemos, a pesar de que el Espíritu Santo se valga de mediaciones humanas, no exentas de miserias y limitaciones. Dios escribe derecho con renglones torcidos. Una vez conocido el nombre del elegido, vendrán los consiguientes calificativos y etiquetas: conservador, progresista, liberal, moderado, renovador, continuista… Olvidan que todo Papa es necesariamente conservador, que no retrógrado, pues debe mantener lo esencial de la fe y que todo Papa debe estar abierto a las necesidades y circunstancias del momento en que le toca ejercer su misión. Olvidan algunos que Jesucristo le da al Papa, como a Pedro, el poder de atar y desatar en cosas que tienen que ver con la tierra y con el cielo. Aunque nunca faltan quienes pretenden arrogárselo para ellos, como han hecho muchos con Francisco. Parece que no han leído el Evangelio.
Se supone que muchos poderosos de la tierra acudirán a la inauguración del pontificado. Por favor, cuando regresen a sus puestos de mando, tomen en serio las enseñanzas del nuevo Papa. Seguro que el mundo sería un poco mejor.