10/12/2023
 Actualizado a 10/12/2023
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Si el oficio de afilador es ese viandante acompañado de chiflo y esmeril que ofrece sus servicios para aguzar cuchillos, navajas, tijeras y otros utensilios de corte; el verificador es ese hombre de paz negociador que se ofrece voluntariamente como aguzador de acuerdos entre partes políticamente opuestas.
Para lograr el consenso entre el PSOE y los independentistas catalanes de Junts respecto a una Ley de Amnistía, ha tenido lugar de modo secreto en Ginebra la mediación entre las dos partes de un tercero o verificador, como coordinador del mecanismo internacional para el acuerdo que propició la investidura de Pedro Sánchez como presidente del Gobierno. En este caso se ha tratado de acudir a la mano del diplomático salvadoreño Francisco Galindo Vélez, abogado de 68 años. Esta elección se justifica por la amplia experiencia y ecuanimidad del elegido en promover diálogos y ser por ello la persona indicada para conseguir el entendimiento entre partes en conflicto.

La crítica fulminante a este encuentro de Ginebra entre el PSOE y el verificador salvadoreño no se hizo esperar por parte de la oposición derechista española del PP y Vox. Según el parecer de ambos partidos, recurrir como ha hecho el Gobierno, a un sujeto extranjero, por muy capacitado que éste sea, es un oprobio para España. Porque los asuntos internos han de resolverse dentro del propio país y entre españoles, no fuera de España y con la intervención de terceros por muy reputados que sean. Queda por saber si el diplomático de El Salvador será tan efectivo sobre un problema interno de España como deletrea su nombre.

Sin embargo, tanto el PP como Vox no han tenido escrúpulos en llevar el asunto de la Ley de Amnistía a debate hasta Bruselas. Decisión que contradice su respectiva crítica al Gobierno por recurrir a un tercero y fuera del país para solucionar un problema de unidad nacional. Porque es cosa que concierne solventar solo y exclusivamente a los españoles. Como cabía esperar, el resultado ha sido un estrepitoso fracaso por la falta de asistencia de eurodiputados. Tan sólo unos ochenta escaños ocupados casi todos por españoles de los 705 que componen la Eurocámara. 

Aprovecho la ocasión para referir otra paradoja que divide al mundillo político español. Esta vez también con la división de criterio respecto al genocidio de Gaza que están llevando a cabo los israelíes comandados por Netanyahu. En su viaje a Rafah, Pedro Sánchez ha reconocido el derecho de Israel a defenderse a la vez que ha criticado su bombardeo indiscriminado sobre la franja de Gaza, saltándose las limitaciones que impone el derecho internacional humanitario, lo que ha originado la llamada a consultas de la embajadora israelí en España. 

Tampoco esta vez Sánchez se ha librado de la crítica de la oposición de PP y Vox. Para Núñez Feijóo la actitud humanitaria de Sánchez convierte sin embargo a España en un país menos fiable internacionalmente, por tener una política exterior absolutamente excéntrica y por no poner por encima la condena del grupo terrorista Hamás responsable de la masacre que esta cometiendo el ejército israelí,

Desde mi punto de vista, en el caso de que Sánchez hubiese adoptado, en vez de una postura de crítica humanitaria otra eminentemente política, a imitación de los todopoderosos EE UU y Gran Bretaña, la derecha española le hubiera acusado de falta de humanidad. Está claro que en el caso de Sánchez, para los intereses de la derecha, diga lo que diga, piense lo que piense, haga lo que haga, permítaseme la conclusión escatológica, siempre la caga.

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