Cesado ya el lento volteo y grave tañido de las campanas por la muerte del papa Francisco I, cuya bondad, caridad y humanismo excedió las fronteras del catolicismo; celebradas las solemnes exequias y retransmitidas estas, por cierto, con amplia cobertura y gran detalle por la mangoneada y manipuladora televisión pública en manos del gobierno socialcomunista de Pedro Sánchez; comprobado el profundo conocimiento del latín por parte del preclaro jefe de la oposición, el brillante Albertus Nuñez Feijoó (¡ay Franciscus!, ¡ay Franciscus!), ya todo se vuelve especulación y cálculo eclesiástico-político sobre las varias tendencias ideológicas existentes en el seno de la Iglesia y su correlación de fuerzas dentro del Colegio Cardenalicio que, en cónclave, ha de elegir al nuevo papa de entre sus ciento treinta y siete miembros papables, es decir, menores de ochenta años. Todo, aun contando con el socorro, favor o ayuda del Espíritu Santo, humano, demasiado humano.
Y entretanto, ¡oh luz de luces!, la milagrera estulticia –y todos sus sinónimos– del truhan, que no pato, Donald Trump y su Blanca Casa distribuyendo su imagen, disfrazado de papa, generada mediante inteligencia artificial obviamente, que tampoco hay que forzar al bufón, para su ridículo ‘urbi et orbe’. Y conste que califico su estupidez de milagrera, porque milagrero está siendo el charlatán silencio –¡cuánto dice!– de tanto meapilas de bisbiseado golpe de pecho y tanto cruzado –nada mágico, por cierto– tipo Vox, Abogados Cristianos y asimilados de tan sensible piel para con otras desconsideraciones manifestadas en ejercicio de la libertad de expresión y que tanto o más dicen de quienes las profieren que de a quienes se dirigen. En fin, cosas del quevedesco caballero don Dinero y los falsos rasgamientos de vestiduras. Nada nuevo, todo humano, demasiado humano.
Sí, sí, se sabe, son las incongruencias de la llamada gente de orden o, mejor, del –aun tan viejo– nuevo orden tipo los truhanes Milei y Trump, que aun sus actos de obra, palabra y omisión, acuden farisaicamente a las honras fúnebres del papa Bergoglio. Es el gran teatro del mundo, el bolero cantado por la Lupe, el todo vale. Humano, también, demasiado humano.
Igual que demasiada humana es la inhumanidad del genocidio que continúa ejecutándose en Palestina por el gobierno israelí, la complicidad de los Estados Unidos de América y el también cómplice silencio de la Unión Europea. La sabida banalidad del mal. Humana tristeza y rabia.
¡Salud!, y buena semana hagamos… ¡Y nos dejen tener!