Me tocó cubrir el acto de Alvise Pérez en Alicante. Lleno total en el auditorio. Un amigo periodista de otra cabecera, al salir en plena efervescencia testosterónica, me dijo que había demasiados zumbados, haciendo referencia a los allí presentes. Ese comentario nace de la falta de inteligencia emocional ante las circunstancias ajenas. Como un servidor retrató en la propia crónica, se podía sentir cierta desesperación en muchos de los que acudieron a ver el mitin; una señora gritó deprimida, simultaneando la intervención de Alvise, que él era su última esperanza. Se me sigue poniendo la piel de gallina e incluso los lagrimales parecen hacer el amago de abrir las compuertas de mis lágrimas, menos mal que soy leonés. A saber lo que ha pasado esa señora y los cientos de allí presentes. Mi colega no ha hecho ese ejercicio empático y se quedó con el simple estigma paranoide.
A los leoneses nos ocurre lo mismo. Desde Castilla perciben al leonesismo con desprecio, y desde el Levante y la Meseta nos miran con cierta ternura con la que se trata al que sabemos que no está en sus cabales. Esa actitud nace del profundo desconocimiento de las circunstancias que nos rodean. De la misma forma que miles de personas confían en encantadores de serpientes como Alvise Pérez, dominados por un profundo sentimiento de orfandad con el sistema, nosotros hemos mordido la manzana del pecado rupturista como consecuencia de vernos desnudos en el paraíso que decían que teníamos. Miles de personas no pueden vivir, simplemente sobreviven. En León hacemos lo que podemos con la sombra que nos deja Valladolid, con una estructura que percibe que tengamos un mero tren como un trabajo hercúleo.
Decía Miquel Roca en un acto de hace varias semanas que la democracia debía ir evolucionando con el tiempo, no quedarse estancada. Si el movimiento leonesista tiene algo en común con los votantes de Alvise Pérez, es la profunda sensación, que va más allá de toda ideología, de sentir que el sistema les ha marginado: a algunos de forma individual, olvidando la labor social de auxilio; a otros de manera grupal, dejando que una región dope a otras ciudades y desprecie a otras.