El hombre pájaro

11/12/2025
 Actualizado a 11/12/2025
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El nombre de Roberto Iniesta llegó a mis oídos bastante tarde, bien entrada ya la adolescencia. Había visto muchas camisetas de Extremoduro circulando por el instituto y conocía bien una canción de Melendi –de las que menos me llamaban la atención curiosamente– que decía aquello de «ya no quedan canciones como las de Extremoduro». Años atrás, creo recordar que en el patio de La Palomera, un compañero del colegio cantaba versos de drogas y golfas, y hasta nos lo ponía en YouTube, pero yo estaba algo empanado por aquel entonces como para comprender qué canciones estaba dejando pasar. No sonaban en la radio  ni en mi casa y esas eran mis dos únicas referencias musicales en la infancia. Tampoco habría entendido nada de haberme puesto a escucharlas entonces.Ahora, por suerte, sí. 

Realmente no soy consciente de cómo y cuando comencé a escuchar al bueno de Robe, el hombre pájaro, para quien ayer llegó la muerte traicionera en una noche lluviosa y en un hospital extremeño como el común de los mortales. Y así quise reflejar también en este periódico la crueldad que puede albergar la casualidad y cómo algo tan simple como una tormenta, una lluvia traicionera de primavera, logró impedir a su público de León encontrarse hace un año con él una última vez. 

Su muerte llegó ayer al despertar a mi cabeza como un presagio de necrosis personal y también social, como si su voz apagada marcara la muerte global de más de una generación que le escuchó y conectó, como pocas veces ocurre, con su forma de entender la vida, la música y la filosofía personal. Una forma que no es otra que desde el más absoluto descontento vital tras tantos sinsabores, con un atisbo de esperanza puesta en el amor, la libertad y la música. Con música de verdad y palabras que salen del alma y no del sintetizador, el tik tok o el ‘pussy’ que hoy dominan el mercado. Manda cojones. 

Hoy lloramos, como su perro Manuel en la coda flamenca, y lloramos tanto y tan adentro. Pero sin ti Robe. Tu ya ni eso. Ojalá resucitara al tercer día Jesucristo García, porque si no era el mesías de nuestro agónico y caótico mundo posmoderno y deshumanizado, sin duda sus letras, de principio a fin,  esconden la salvación de las almas que buscan una paz negociada con sus sentimientos. Descansa en paz, Robe.  

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