El hervor que nos faltaba

01/08/2023
 Actualizado a 01/08/2023
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Los bercianos somos un poco así como la fruta que da color a nuestro lienzo comarcal, que a veces nos falta un poco para madurar y estar en nuestro punto. Estamos casi llegando a él, cuando cogemos entre nuestras manos un puñado de tierra madre y nos sale la vena cinematográfica. Esa de mirar al cielo y jurar que no volveremos a pasar hambre. Queda chula la escena dibujada en un antojo de pensamiento volandero. Sobre todo porque hasta ahora el campo era una mirada de reojo, un asueto al sol. Y eso, siendo escueto y loco, lo es todo. Es un chasquido de dedos que hace aparecer el hilo del que tirar que sale de la raíz. Propio. Que no espera limosnas ni intenciones desde los despachos. Ni intercambios de favores, ni empresarios que tienen faltriqueras dentro de los bolsillos y agujeros negros que llenar de negocios bastardos. Es el despertar de un Bierzo que ya no ve la tierra como lo segundo de la lista. Acostumbrados a mirar con ojos de carbón -con una marca de agua en forma de ese dolar-, nos ha costado un mundo pensar que podemos ser una potencia mundial del pimiento, o de la manzana o de la cereza. Esa sonrisa delata que aún no nos lo creemos y precisamente, profesar esa religión es el hervor que nos falta. Pero estamos cociendo, y el paladar lo sabe, empíricamente, lo sabe y se relame. Estamos en tiempo de precosecha, en el que se recolectan temporeros antes que peras. Serán 1.500 los que se encarguen de vaciar las ramas de ellas. Y las cifras dejan salir de la olla un olor a futuro que obliga a cerrar los ojos y llenar los pulmones hasta completarlos. Inspiramos empleo, expiramos esperanza. Y al abrir los párpados de nuevo, parece que todo vuelve a colocarse en el sitio al que pertenece. Teníamos la casa hecha unos zorros, que si quítame una térmica de aquí, abre un parque eólico allí. Que si resbala esa pizarrera y pone un ERTE antideslizante. Que si me eliminas esa mina y me pones un mirador para ver los osos... Ahora, al escuchar hervir el agua y oler cómo se van haciendo las cosechas de fruta de pepita y las ferias para enseñarlas y presumir de ellas, parece que podemos gritar el eureka que teníamos enquistado en la garganta. Solo falta un poquito de azúcar, que se le pide a los del piso de arriba, a ver si les llega el olorín.

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