Cómo afrontar hoy la escritura de un texto más o menos razonado cuando los pulsos me palpitan primigenios, instintivos; cuando he de contener la rabia; cuando a la mente le es difícil evitar la visión del rostro, del cuerpo de mujeres amadas, queridas, apreciadas, de mujeres, de personas iguales a mí sometidas a la violencia de unos salvajes (dos de ellos teóricamente encargados de la defensa de nuestros derechos y libertades, en quienes delegamos nuestra fuerza) autoproclamados «la manada»; cómo ante el pretendido juicio a la víctima por el hecho de ser mujer; cómo ante la revivida afrenta a la dignidad y libertad de la mujer que me parece la ignominiosa sentencia del caso. Cómo leer sin asco, cómo hacerlo sin temor, el insultante e inadmisible voto particular. Cómo seguir creyendo, confiándole una mínima esperanza a la Justicia. Hoy, ahora, no lo sé. Si los fines del Derecho se afirma que son la Justicia, el Bien Común y la Seguridad Jurídica, ¿puedo hoy, ahora, honestamente sentir afianzados tales fines, o más bien, lamentablemente, acertaré si los siento tambaleantes si no arrasados? ¿Podrá hoy, ahora, sentirse alguna mujer, alguna igual, más amparada, más segura? En verdad, creo que no. Me parecen ya tantas las tropelías llamadas justicia.
¿Qué duda cabe que con esta sentencia se hace inmensamente mayor la ya lejana y tantas veces traumática relación de la justicia con la sociedad? ¿Habla cada una su propio idioma o, mejor, una un argot y otra la propia lengua común? Si, por ejemplo, para mí «violencia» es, guiado por el DEL, la «cualidad de violento», o una «acción violenta o contra el natural modo de proceder» (acepciones 1 y 4) por qué para los jueces redactores de la sentencia no hubo violencia: «las acusaciones no han probado el empleo de un medio físico para doblegar la voluntad de la denunciante, que con arreglo a la doctrina jurisprudencial implica una agresión real más o menos violenta, o por medio de golpes, empujones, desgarros; es decir, fuerza eficaz y suficiente para vencer la voluntad de la denunciante y obligarle a realizar actos de naturaleza sexual, integrando de este modo la violencia como elemento normativo del tipo de agresión sexual».
Quizá sea un sensiblero, pues se me ha hecho muy dura y hasta angustiosa la lectura de muchas de las 133 páginas de la sentencia y qué decir de las 237 del voto particular del tercer magistrado.
Quizá sólo sea un hombre que sabe que, entre iguales, no es no, que, hasta con las bragas bajadas, NO es NO.

Hasta con las bragas bajadas
02/05/2018
Actualizado a
19/09/2019
Comentarios
Guardar
Lo más leído