03/03/2018
 Actualizado a 18/09/2019
Guardar
Hubo un tiempo en que cuando alguien triunfaba en los negocios o en la vida laboral, y conseguía una buena nómina o los más suertudos, los que heredaban de un tío que se había ido a hacer las américas (que en muchos casos desconocían su existencia), se decía que tenían más dinero que un torero de cartel.

El concepto es el concepto, como decía Manuel Manquiña en ‘Airbag’, la pasta, el fajo o el taco gordo, la meta deseada y tantas veces soñada por muchos de nuestros aspirantes a dirigentes, que desde las cafeterías de la universidad ya presentan sus credenciales para participar de este arte tan noble.

Hace años cuando las escuelas taurinas no estaban tan presentes en algunas zonas, especialmente en las rurales, muchos jóvenes dejaban de asistir a clase para ir a las fincas donde estaban las ganaderías bravas y así hacerse un hueco en el mundo del toro, se decía que iban a "hacer novillos". Se piraban las clases y se echaban el hatillo a la espalda en busca de la famosa oportunidad y poder convertirse en figura, en torero de cartel, y de esta manera poder ayudar a la familia.

La semana pasada, el ya querido por todos Fernando Ónega, volvió una vez más a León, pero esta vez a recibir un merecido homenaje con motivo de su nombramiento como Hijo Adoptivo de la Provincia. Una vez más a todos los leoneses se nos presentó otra oportunidad para demostrar a todo el país que estamos unidos, que vamos madurando y que las empresas importantes están por encima de siglas, idearios y rencillas más propias de los ‘inventos neoyorquinos’ que de políticos a los que se les considera de alto nivel y estudiados. Pero ya se sabe que León no es tierra de mucho duende y nos solemos venir arriba con bastante facilidad, pedimos la guitarra y pasa lo que pasa cuando tocamos de oído, que no es otra cosa que dar el cante. Ónega realizó un magnífico discurso, uno de esos que quedarán para siempre en el recuerdo, hasta el punto de que él mismo llego a emocionarse. Tal fue el recibimiento de los leoneses que Fernando se llevó una gran ovación de los clientes de un céntrico restaurante después de una cena en familia, y acabó poniendo el local boca abajo, público en pie, vítores y teniendo que saludar.

Pero como ocurre en casi todo, algunos concejales elegidos y pagados por el pueblo, varios con dedicación exclusiva (esos que pillan más de medio kilo al mes), se lo perdieron, presuntamente por hacer novillos, pero que no se olviden que "es más difícil ser torero que Papa de Roma".
Lo más leído