Estamos en la semana de las graduaciones de los alumnos de segundo de bachillerato. Esta es la graduación por excelencia, porque es su despedida, después de seis años en el colegio o instituto. Esta fiesta es la puesta de largo de los alumnos y el mejor momento de su vida. Elegantes, con vestidos y trajes de gala, joyería, manicura, maquillaje o peluquería. Nada que ver con los alumnos que conocíamos y habíamos visto crecer desde los once años. También los padres, hermanos, abuelos y familiares van a juego con la elegancia del evento. El momento lo merece y no se escatima el gasto. La fiesta de graduación coincide con su mayoría de edad que es el momento cronológico donde se considera que la persona alcanza la plena capacidad y madurez intelectual, emocional y física, necesarias para obrar, y hacerse cargo de sus actos. Con ella no sólo adquirimos más derechos, oportunidades y privilegios, sino también más obligaciones, responsabilidades y deberes. Casi siempre coincide con la edad para poder votar, sacar el carné de conducir, casarse, comprar y vender bienes muebles o adquirir tarjeta de crédito. Es la edad legal para beber alcohol, participar de juegos de azar, entrar a un casino o tatuarse. A grandes rasgos se toma la mayoría de edad entre los 16 y los 21 años, dependiendo del país, pero la mayoría lo celebran a los 18 años, como en España. En todo el mundo es uno de los momentos más excitantes y anhelados para estos jóvenes, por lo que se intenta festejarlo a lo grande y atesorar de este día los mejores recuerdos.
¿En qué consiste la graduación? El momento central es la entrega de un diploma para hacer un reconocimiento público del esfuerzo realizado en los últimos años por estos alumnos que en ese día obtienen su Título de Graduado en Bachillerato. El minuto de gloria de cada alumno coincide con la pasarela para la recogida de ese diploma y queda grabado para siempre en fotos y vídeos, con los aplausos de sus familiares y todos sus compañeros. A lo largo de la velada suele haber discursos de alumnos y padres para rememorar seis largos años caminando juntos en los que han compartido alegrías, tristezas, clases, excursiones, deporte, exámenes, amonestaciones, ilusiones y desilusiones, amores y desamores. No cabe duda de que este es un día muy especial para estos muchachos. Tienen que despedirse de una etapa, que la mayoría recordará con cariño, e iniciar otra que ahora mismo nadie sabe cómo va a ser. Es un viaje nuevo, es un itinerario distinto. Hasta ahora sólo tenían un camino, el que une sus casas con colegio o el instituto. A partir de ahora, esos caminos se separan. Desde el instituto se dispersan las sendas que van a tener que recorrer en solitario. Abandonan un lugar muy protegido, en el que han estado muy seguros porque ha habido muchas personas que se han preocupado por ellos. Ahora cada vez están más cerca de tener que depender de ellos mismos. Terminaba el día con una cena de gala de compañeros en el restaurante y baile ‘hasta las tantas’ en una discoteca.
Mi discurso, como director solía ser el más aburrido, aunque lo único que pretendía era animarlos y darles confianza para afrontar lo que tenían por delante: «Vuestro futuro está empezando ahora. Acabáis de conseguir el título de bachillerato. Aprovechad este día y este momento. Posiblemente será el mejor de vuestra vida. Sois mayores de edad con libertad para volar sin miedo, pero con rumbo y con sentido, sabiendo quiénes sois y de dónde venís, a qué familia, historia, pueblo e instituto pertenecéis. Tened mucha confianza. Trabajad y esforzaos. No os canséis de investigar y de leer. ¡Escuchad la mejor música, gozad del mejor arte, haced muchas horas en los laboratorios! ¡Aprended a empuñar los bisturíes o a manejar los ordenadores! ¡Afilad vuestros pinceles! ¡Impartid clases y educad a las nuevas generaciones! Intentad ser los mejores, pero respetando a todas las personas y a sus creencias, dialogando y siempre dispuestos a enriqueceros con lo de los demás, pero, al mismo tiempo, exigiendo respeto para vuestras convicciones. ¡Sed justos, responsables y solidarios! Y siempre, siempre, presumid de vuestro instituto, como nosotros siempre presumiremos de vosotros. Somos testigos de la transformación aquel niño de once años en el adulto que sois ahora. Y mucho más hoy porque venís tan elegantes. Dad las gracias a vuestros profesores y a vuestros padres. Cuando salgáis de aquí ya no os volveréis a encontrar a nadie así. Ellos han sido los que os han llenado la mochila para que podáis defenderos y sacar del futuro todo lo posible. Fuera de la familia y la escuela no encontraréis tanto cariño y protección».
Terminaba mis palabras con la enhorabuena de todo corazón a los padres y, sobre todo, a los abuelos que siempre me emocionaban al ver las lágrimas en sus ojos. Enhorabuena a los profesores, ellos se lo tienen bien ganado. Y a los alumnos les repetía mi frase preferida: «Sed buenos y sed felices». Muchas gracias por vuestro cariño en estos seis años.