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De gilipollas, sinvergüenzas o enfermos

09/03/2024
 Actualizado a 09/03/2024
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Les prometo que lo intento, pero lamentablemente no siempre lo consigo. Hace ya algún tiempo que me autoimpuse el hablar lo menos posible sobre la política en esta columna. Esta decisión está motivada en que la política actual me provoca arcadas. Por esta razón, intento poner mi lupa opinadora sobre otros asuntos menos vomitivos, aunque cada cierto tiempo y por salud mental, la única salida que tengo es desahogarme juntando palabras y compartirlas con las personas que quieran leerme. 

Hace ya bastante tiempo que me rondan algunas preguntas que no dejan de acosarme. Y para qué engañarles, por mucho que me esfuerzo en encontrar una respuesta, no soy capaz de firmar categóricamente cual es la solución más cercana a la realidad.

¿Nuestros políticos nos toman por gilipollas sin serlo o es que realmente lo somos y no queremos reconocerlo? Esta es una de esas cuestiones que no paro de preguntarme. En ocasiones me decanto más por pensar que no somos tan imbéciles, pero cada cuatro años, o menos según el caso, cuando sacan del almacén las urnas me topo con la triste realidad de que sí somos gilipollas. Quizás sea una gilipollez temporal y sólo nos dure el día de la votación, pero casi preferiría que fuera a la inversa, ser o parecer gilipollas durante cuatros años menos un día, justo la fecha en la que tenemos que meter la papeleta en la urna.

El segundo interrogante que me corroe es si algunos de nuestros políticos, independientemente del partido en el que militen, son unos sinvergüenzas o están enfermos. No me mal interpreten cuando utilizo la palabra sinvergüenza, lo hago basándome en la definición que da la RAE a este adjetivo «dicho de una persona: que comete actos ilegales en provecho propio o que incurre en inmoralidades». No se me ocurre mayor ejemplo de inmoralidad que tomar decisiones por interés personal o del partido al que perteneces, pisoteando sin rubor el interés general. Cuando la hemeroteca nos permite ver cómo muchos de nuestros políticos se contradicen ellos mismos con sus declaraciones de hace años, semanas o días y es evidente que mentían otrora o en la actualidad, me pregunto qué pensarán cuando lleguen a casa y estén alejados del foco mediático. Hay dos opciones. Que se reconozcan a sí mismos que están engañándonos y que el fin justifica los medios, aunque para ello tengan que pisotear la ética y honradez que debería tener a gala cualquier cargo público, o se creerán de verdad sus propias mentiras y entonces están enfermos. Sea cual sea la respuesta, la siguiente pregunta es ¿nos merecemos esto? Y por una vez, no tengo dudas en la respuesta.

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